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El gigante encadenado

México, un país de promesas colosales, resplandece con la vitalidad de su gente, la riqueza de su tierra y la profundidad de su historia, un pueblo resiliente, vecino del mercado más grande del mundo, con una juventud vibrante y un legado cultural que vibra en cada rincón del planeta, pero este potencial está encadenado, el lienzo de nuestro futuro desgarrado. En 2025, el crecimiento económico apenas roza un desolador 0.1% según proyecciones del Banco de México, una cifra que nos hunde en la mediocridad mientras otras economías emergentes avanzan con paso firme y México se arrastra, atrapado en un ciclo de estancamiento, ¿Por qué no crecemos? Es un entramado de fracasos estructurales, pero el peso más aplastante recae en un gobierno que, bajo la fachada de una “transformación”, ha dinamitado las instituciones, traicionado la confianza y sacrificado el bien común por una visión miope que confunde adoctrinamiento con progreso y asistencialismo con justicia, la desigualdad sangra la dignidad de México, con un 36.3% de la población sumida en la pobreza, un recordatorio cruel de un sistema que niega oportunidades a millones, mientras la riqueza se concentra en unas pocas manos y el mercado interno, que debería impulsar el crecimiento, se asfixia en la precariedad, con la informalidad atrapando al 59.2% de la fuerza laboral, millones sin seguridad social, sin crédito, sin esperanza de movilidad, un grito de abandono que este gobierno, autoproclamado defensor de los desposeídos, ignora al apostar por programas sociales que no generan riqueza, sino dependencia, convertidos en una carga insostenible para las finanzas públicas, con un déficit presupuestal proyectado entre 3.9% y 4% del PIB, hipotecando el futuro sin abrir caminos hacia la prosperidad, porque dar sin empoderar no es justicia, es una caridad mal entendida que perpetúa la miseria.

La educación, antorcha del progreso, se ha transformado en un campo de adoctrinamiento, con México invirtiendo menos del 4% del PIB en formar a sus jóvenes, una cifra que nos relega al fondo de los países de la OCDE y un gasto en investigación y desarrollo de apenas un 0.3% del PIB, una burla en un mundo donde la innovación define el futuro, pero el problema no es solo de recursos, es de intención, porque este gobierno ha convertido las aulas en espacios de propaganda, donde la ideología desplaza al pensamiento crítico, los planes de estudio se subordinan a una narrativa política, sembrando conformismo en lugar de formar ciudadanos libres y capaces, traicionando el mandato de educar para emancipar, porque ¿qué esperanza tiene un país que condena a sus hijos a repetir consignas en lugar de resolver problemas?

La corrupción devora el alma de la nación, robándonos hasta un 10% del PIB, un atraco que permea desde los mercados hasta los más altos niveles del poder y aunque este gobierno prometió extirparla, solo ha cambiado un rostro corrupto por otro, con contratos opacos, instituciones politizadas y una justicia selectiva que sustituyen la transparencia por hipocresía, mientras la inseguridad, alimentada por el crimen organizado, es una plaga que no cede, con una tasa de homicidios de 24.9 por cada 100,000 habitantes en 2023 y un aumento constante en desapariciones reportadas en 2025 y la estrategia se revela como una rendición cobarde, un abandono de la obligación de proteger a los inocentes, porque un país donde el miedo reina no puede prosperar y un gobierno que no garantiza seguridad ha fallado en su deber más elemental.

El Estado de derecho, cimiento de toda sociedad justa, yace en escombros, con la burocracia y la arbitrariedad como cadenas que ahuyentan a los inversionistas y sofocan la iniciativa, mientras este régimen, en su cruzada contra las instituciones que garantizan equilibrio, ha desmantelado organismos autónomos como el Instituto Nacional de Transparencia en 2024 y debilitado al Poder Judicial con reformas que amenazan su independencia, una demolición que no es transformación, sino un asalto al corazón de la democracia, pulverizando la confianza, ese pegamento invisible de la economía bajo un liderazgo que prefiere la polarización al diálogo, el control a la libertad, dejando a México como un castillo de arena, destinado a colapsar ante la primera tormenta.

Nuestra dependencia de Estados Unidos es una humillación estratégica, con el 80% de nuestras exportaciones, lideradas por vehículos y maquinaria, cruzando esa frontera, dejándonos a merced de sus caprichos económicos y políticos, especialmente con la revisión del T-MEC en el horizonte y este gobierno, con su retórica nacionalista, no ha movido un dedo para diversificar mercados o fortalecer nuestra soberanía económica, mientras las remesas, que alcanzaron 14.3 mil millones de dólares en el primer trimestre de 2025, son un testimonio del sacrificio de nuestros migrantes, pero también una confesión de nuestra incapacidad para generar oportunidades aquí, porque vivir de los dólares que envían los que se fueron no es un modelo de desarrollo, es una rendición.

La infraestructura, arteria del progreso está colapsada, con megaproyectos envueltos en sobrecostos y opacidad, convertidos en monumentos a la vanidad, no al desarrollo, mientras regiones enteras languidecen sin carreteras modernas, energía confiable o conectividad digital y la inversión en infraestructura física cae un 12.7% en 2025 según el presupuesto, un golpe directo a la competitividad, porque cada empresa que batalla contra una logística deficiente, cada comunidad aislada, es una prueba de que las prioridades del gobierno están divorciadas de la realidad y el progreso no se decreta con discursos, se construye con planeación y ejecución.

A nivel macroeconómico México mantiene una estabilidad que es más inercia que mérito, con una inflación proyectada en 3.5% en 2025, dentro del rango meta del Banco de México, pero un crecimiento del PIB revisado a la baja, que refleja una economía estancada y la asfixia al sector energético privado junto con la incertidumbre fiscal han espantado la inversión extranjera directa, que apenas alcanzó 36.9 mil millones de dólares en el primer trimestre de 2025, porque los capitales no huyen por falta de potencial, sino por falta de confianza y este gobierno ha elegido la ideología sobre la evidencia, el control sobre la libertad, condenando a la economía a sobrevivir a duras penas en lugar de crecer.

La “cuarta transformación” prometió ser la salvación de México, pero ha sido una traición imperdonable, desmantelando en nombre del pueblo las instituciones que nos protegían, perpetuando la impunidad en nombre de la justicia, sembrando división en nombre del progreso, con programas sociales que deberían empoderar, pero son un yugo fiscal que maquilla la pobreza sin resolverla y una educación que debería liberar mentes, pero se ha convertido en una fábrica de consignas, un gobierno que no escucha, que desprecia la crítica, que confunde lealtad con sumisión, no transforma, destruye, México merece un destino digno de su grandeza, una nación donde cada persona pueda florecer, donde la justicia no sea un eslogan vacío, donde el bien común prevalezca sobre los caprichos del poder, un país donde la dignidad sea la base, la libertad el camino y la prosperidad el destino.

Este gobierno ha elegido un rumbo que nos condena al estancamiento y la desconfianza, México no está dormido, está maniatado por un liderazgo que ha traicionado su promesa y saboteado su futuro, las cadenas no son eternas, pero romperlas exige coraje, visión y un compromiso inquebrantable con la verdad, el tiempo de las excusas se acabó. México, levántate, tu pueblo no merece menos y el mundo espera tu grandeza.