Soy conservador y en mi alma arde una verdad que ninguna tormenta, ningún adversario, ninguna fuerza en este mundo podrá apagar jamás: nuestras ideas —la defensa apasionada de la vida, la familia, el respeto profundo por la tradición, los valores eternos que han forjado el espíritu indomable de México— son la roca inquebrantable sobre la que se alza una nación fuerte, digna y destinada a la grandeza.
Hoy, en abril de 2025, siento un rugido que sacude mi pecho, un grito que no puedo ni quiero contener: ¡basta de ser silenciados, basta de ser arrinconados, basta de ser tratados como sombras en nuestra propia tierra! Estamos atrapados en un sistema político que nos empuja a los márgenes, entre partidos que traicionan nuestra esencia, que diluyen nuestro fuego en un mar de pragmatismo y componendas, ¡No más! Este es el momento de unirnos como hermanos, de alzar la voz con una furia santa, de reclamar con audacia y orgullo el lugar que nos pertenece por derecho, ¡Es hora de hacer temblar la tierra, de escribir nuestra historia con letras de fuego y de forjar un México que sea faro de esperanza, un reflejo vivo de lo mejor de nosotros!
El partido que alguna vez soñamos como nuestro hogar, se ha extraviado en un laberinto de alianzas sin alma, tejiendo pactos que apagan la chispa de nuestra lucha, en su obsesión ciega por enfrentar al coloso y mantener sus dádivas y curules, ha sacrificado los ideales que nos hacían vibrar: la defensa de la vida desde la concepción, el matrimonio como pilar sagrado de la sociedad, la fe que nos guía en la oscuridad. ¡No somos mendigos rogando por un rincón en una casa que ya no nos pertenece!, el partido en el poder con su populismo arrollador, ha seducido a las masas, envolviéndolas en promesas de justicia social que ocultan un vacío de valores, ha captado incluso a aquellos que, en lo más hondo de su corazón, comparten nuestro amor por las raíces profundas de México, por la familia, la vida, por la tradición, pero yo lo sé, lo siento como un trueno en mis entrañas: ¡podemos romper ese hechizo! debemos despertar a nuestro pueblo, no con palabras huecas ni espejismos, sino con el rugido de nuestra verdad, con el coraje de exigir lo que es nuestro, con la pasión de quien defiende su hogar.
Hoy, un horizonte nuevo y vibrante se alza ante nosotros, un llamado que resuena como tambores de guerra, proyectos como México Republicano y Movimiento Viva México no son simples nombres en un papel; son antorchas encendidas, estandartes que ondean en el viento, convocándonos a forjar un hogar propio, un partido que proclame sin temor, sin reservas, sin pedir permiso, quiénes somos: guardianes de la vida, de la familia, de un México que se yergue firme ante modas pasajeras e imposiciones extranjeras, estos esfuerzos son un grito de dignidad, un desafío al sistema que nos ha querido mantener en las sombras. ¡Sí, el camino es una batalla épica! El INE nos desafía con sus muros burocráticos, con sus exigencias de cientos de miles de firmas, con sus asambleas en cada rincón del país, pero pregunto: ¿acaso no somos mexicanos, herederos de una tierra que ha desafiado imperios, revoluciones y traiciones? ¿Acaso no llevamos en la sangre la fuerza de quienes nunca se rinden?, cada hombre, cada mujer, cada joven que anhela un país fiel a sus valores es un guerrero en esta cruzada, ¡Juntos, derribaremos cualquier obstáculo, haremos que nuestra voz retumbe hasta los confines de la patria, desde las montañas hasta los mares!
Una chispa para el cambio
En este contexto de lucha, el panorama político mexicano está viendo nacer nuevos movimientos que, aunque diversos en su enfoque, reflejan un deseo común de romper con el dominio de los partidos tradicionales. Además de México Republicano y Movimiento Viva México, que encarnan una visión conservadora clara, otras organizaciones están buscando su lugar en el tablero político, cada una con su propia bandera, pero todas respondiendo al hartazgo de un pueblo que exige alternativas, Somos México, busca ser una oposición ciudadana al proyecto del partido en el poder, incluso hay propuestas como el Partido Movimiento Animalista Mexicano, que aunque alejado de nuestra órbita ideológica, muestra cómo la ciudadanía está buscando canales nuevos para hacerse escuchar.
Estos movimientos, junto con los nuestros, son la prueba de que México está en ebullición, que política ya no es solo el coto de los partidos de siempre; hay una sed de cambio, una voluntad de construir algo diferente, sin embargo, el desafío es monumental: de las solicitudes que el INE recibió para formar nuevos partidos en 2025, pocas lograrán superar los requisitos de 256 mil afiliados y asambleas en 20 estados o 200 distritos, pero este obstáculo, lejos de desanimarnos, debe ser nuestro combustible, cada firma que consigamos, cada asamblea que organicemos, es un paso hacia la conquista de nuestro espacio, un ladrillo en la fortaleza que construiremos juntos.
Estrategias para conquistar
No nos engañemos: la lucha será ardua y no todas nuestras apuestas cristalizarán de inmediato, si proyectos como México Republicano o Movimiento Viva México no logran consolidarse, que nadie —¡nadie!— crea que bajaremos la cabeza o que guardaremos nuestras banderas, ¡Jamás! Es nuestro deber sagrado, nuestro juramento inquebrantable ante Dios y ante México, abrir caminos para nuestros cuadros, para esos corazones valientes que llevan nuestra causa grabada en el alma, no se trata de aceptar las migajas de un status quo que nos desprecia, de arrodillarnos ante un sistema que nos quiere sumisos, ¡No, mil veces no! Es tomar por asalto las escaleras que otros construyeron y abandonaron, reclamar un espacio que es nuestro por derecho e irrumpir en la vida política con la fuerza de un huracán que arrasa todo a su paso.
La conquista silenciosa
No pedimos permiso, no suplicamos favores, no negociamos nuestra esencia: ¡exigimos nuestro lugar! incursionaremos en los partidos existentes —cualquier plataforma que tenga una tribuna— no para plegarnos a su lógica gastada, no para convertirnos en piezas de su maquinaria, sino para utilizar sus estructuras, para llevar nuestra voz a sus entrañas, para transformarlas desde dentro con la fuerza de nuestras convicciones, enviaremos a nuestros mejores cuadros —hombres y mujeres de fe, de valor, de principios inquebrantables— a competir por candidaturas, a ganar espacios en los congresos, en los municipios, en las juntas vecinales, en cada rincón donde se forje el destino de México, no nos conformaremos con ser una nota al pie en la historia; seremos el huracán que reescribe el futuro, cada curul, cada alcaldía, cada micrófono que ganemos será una trinchera, un bastión desde el cual proyectaremos nuestros valores: la vida como don sagrado, la familia como cimiento de la sociedad, la tradición como brújula para el porvenir, incursión no será rendición; es una declaración de guerra al conformismo, una estrategia para conquistar desde dentro mientras construimos fuera, cada posición que tomemos en esos partidos será un clavo en el ataúd del sistema que nos ha marginado, un paso hacia el día en que no necesitemos pedir prestadas las plataformas de otros.
Negociación con nuevos partidos como aliados, no como amos
Nuestra mirada no se queda atrapada en las estructuras viejas, en los partidos que han olvidado lo que significa soñar y luchar, también ponemos nuestros ojos en el futuro, en los nuevos partidos que puedan surgir en el horizonte político, aquellos que, aunque no sean explícitamente conservadores, tengan la apertura para albergar nuestra corriente ideológica y reconocer nuestra fuerza, si México Republicano o Movimiento Viva México no logran el registro o si otras fuerzas emergen con ímpetu —como Somos México o cualquier otro movimiento que gane tracción— negociaremos con ellas, pero nunca desde la debilidad, nunca desde la sumisión, entraremos a esas plataformas con la frente en alto, con la seguridad de quien sabe que sus ideas son justas, necesarias y capaces de mover montañas, no buscaremos alianzas que nos obliguen a traicionar nuestras convicciones; no aceptaremos reservas que vayan en contra de nuestros valores fundamentales: la defensa de la vida desde la concepción, el amor por la familia como núcleo de la sociedad, el orgullo de nuestra herencia cultural y espiritual, exigiremos que nuestro ideario tenga espacio para desarrollarse por mérito propio, para brillar con su propia luz, para conquistar corazones con la fuerza de la razón, la pasión y la verdad.
En estas negociaciones, seremos socios estratégicos, no subordinados, llevando nuestras ideas al centro del debate, demostrando con argumentos sólidos, con resultados tangibles, con una entrega inquebrantable, que el conservadurismo es una fuerza viva, capaz de transformar realidades y de liderar a México hacia un destino de grandeza, no nos sentaremos a la mesa para aceptar condiciones que nos aten las manos; negociaremos desde la fortaleza, con la claridad de que nuestras ideas no son una carga, sino un tesoro que enriquece cualquier proyecto político que aspire a ser relevante, si un partido nuevo quiere nuestro apoyo, deberá respetar nuestro derecho a ser nosotros mismos, a defender sin restricciones lo que creemos y si no lo hace, seguiremos nuestro camino, porque nuestra lealtad no es a las siglas, sino a los principios que nos definen, en cada conversación, en cada acuerdo, nuestra brújula será de acero: nunca sacrificaremos la defensa de la vida, el amor por la familia o el orgullo de nuestra herencia por un puesto, un acuerdo pasajero o una palmada en la espalda.
Un movimiento que trasciende partidos
Esta estrategia dual —incursión en lo existente y negociación con lo emergente— nos dota de una flexibilidad feroz y un poder sin límites, al mismo tiempo que trabajamos incansablemente para construir nuestro propio partido, un bastión puro donde nuestras ideas reinen sin restricciones, usaremos todas las herramientas a nuestro alcance para ganar terreno, para sembrar nuestra visión en cada espacio posible, nuestra lucha no se limita a las urnas o a las negociaciones políticas; es una batalla cultural, espiritual, humana, por que queremos un México donde los niños crezcan sabiendo que la vida es sagrada, donde las familias sean el refugio frente a cualquier tormenta, donde la fe no sea motivo de burla sino de inspiración y para eso, no basta con ganar elecciones; debemos ganar corazones, cambiar mentes, construir comunidades que vivan nuestros valores cada día.
No podemos ignorar el contexto que nos rodea, la derrota de la oposición en 2024 y el colpso no es un réquiem, es un clarín que nos llama al combate, un recordatorio de que el vacío político es nuestra oportunidad, es nuestro lienzo, nuestro campo de batalla, nuestra oportunidad de oro para pintar un futuro donde el conservadurismo no sea una voz secundaria, sino un rugido que despierte a la nación de su letargo, ¡No nos conformemos con susurros en los pasillos de los partidos de siempre, con ser convidados de piedra en un banquete que no nos incluye! Soñemos con grandeza, con un movimiento que encienda el alma de la clase media, que despierte a los jóvenes con la promesa de un México fiel a sus raíces, que abrace a los trabajadores con la certeza de que nuestras ideas traen dignidad, esperanza y un futuro sólido, queremos un México donde las familias se sientan protegidas, donde la fe inspire sin ser atacada, donde la tradición sea un faro y no una reliquia. ¡Y lo lograremos!
No estamos solos en esta lucha, las encuestas, esas frías cifras que a veces subestimamos, nos gritan una verdad poderosa: casi cuatro de cada diez mexicanos defienden con pasión los principios que nos mueven, que nos unen, que nos hacen quienes somos, es nuestro ejército, nuestra tormenta, nuestra fuerza indomable, pero no basta con saberlo; debemos organizarnos, movilizarnos, convertir esa simpatía en acción, en votos, en una marea que arrase con la indiferencia y el conformismo, necesitamos líderes en cada pueblo, en cada ciudad, en cada barrio, que lleven nuestro mensaje con orgullo, historias que inspiren, argumentos que convenzan, corazones que no se quiebran, necesitamos ser el México que soñamos y eso empieza con cada uno de nosotros, aquí y ahora.
Miro al 2027 y no veo solo una elección en un calendario lejano, veo un amanecer que abrasa el horizonte, una nueva era para los conservadores, un momento en que nuestra voz dejará de ser un eco para convertirse en un trueno, ¡Es ahora o nunca! Superemos la división que nos ha fragmentado, arrasemos con la indiferencia que nos ha frenado, construyamos una fuerza que no solo nos represente, sino que sacuda a México hasta sus cimientos y le recuerde quiénes somos: un pueblo de fe inquebrantable, de familias unidas, de raíces que no se quiebran ante ninguna tempestad, de corazones que laten por un ideal más grande que nosotros mismos, ¡Levántate, lucha, reclama!, porque cuando los conservadores nos unimos, cuando tomamos con puño firme lo que es nuestro, cuando negociamos con orgullo y avanzamos con estrategia, no hay muralla, no hay gigante, no hay fuerza en este mundo que pueda detenernos.
¡Por México, por nuestras ideas, por nuestro destino, vamos a vencer con la furia de los justos, con la certeza de los que saben que su causa es verdadera!