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Soy Judas, Soy Pedro

Dejo que cada palabra me desgarre y me revele, desde el pan partido en la Última Cena hasta el silencio helado de la tumba, este pasaje no es solo la historia de Jesús, es mi verdad desnuda, mi herida abierta, mi amor que arde y duele por él.

En la Última Cena me quiebro, veo a Jesús, sus manos temblando al romper el pan, su voz suave y rota diciendo “esto es mi cuerpo, dado por ti”, quiero esconderme porque no lo merezco, soy Judas, lo sé, he traicionado su amor con mis pasos torcidos, eligiendo el orgullo, el miedo, el silencio antes que su verdad, cada vez que me alejo por salvarme, lo beso con veneno, pero él me mira, me tiende el vino, me deja quedar, lloro hasta que no queda nada, su amor me envuelve, me quema, no sé cómo llevarlo.

Entonces llega la negación de Pedro, un espejo que me corta, Pedro, el que juró seguirlo hasta el fin, se deshace ante una criada, “no lo conozco”, dice tres veces, cada palabra me atraviesa, he sido Pedro, lo he negado con mis “ahora no”, con mis silencios cobardes, con mis excusas cuando su amor pedía todo, cuando el gallo canta y Jesús lo mira con esa tristeza que no juzga, siento esos ojos en mí, me deshago, lloro con Pedro, sé lo que es fallarle al amor más grande y aún sentir que te abraza.

En Getsemaní me pierdo, Jesús está solo, sudando sangre, rogando “Padre, aparta este cáliz”, ese ruego es mi voz en las noches cuando el dolor me ahoga y solo quiero huir, quiero correr a él, abrazarlo, gritarle que no merece tanto peso, pero soy yo el que tiembla, el que está roto, su “hágase tu voluntad” me desarma, yo, que esquivo mis cruces, que me rindo cuando todo duele, no entiendo cómo él se queda, quiero su fuerza, pero estoy tan agotado, tan pequeño.

El Calvario me desangra, los latigazos, las burlas, los clavos resuenan en mi piel, me veo en la multitud callando por miedo, en Simón cargando la cruz a medias porque no sé si puedo, Jesús cae, yo caigo con él, atrapado en mis “no soy suficiente”, en mis pedazos rotos, pero él se levanta, y yo quiero levantarme aunque todo en mí tiemble.

En la cruz me deshago, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, ese perdón es un río que me inunda, es para mí, para mis traiciones, mis negaciones, mis olvidos, no entiendo cómo puede amarme así, con el cuerpo destrozado, cuando promete el paraíso al ladrón, siento que me habla, estoy igual de perdido, igual de hambriento de luz, pero su grito, “¿por qué me has abandonado?”, me rompe, lo he gritado en mis abismos, cuando Dios parece un eco lejano, saber que él lo sintió me abraza, pero me deja con el alma en carne viva.

Su muerte me silencia, “en tus manos encomiendo mi espíritu”, solo puedo susurrar “perdóname”, por negarte, por traicionarte, por no ser más, la tumba, ese vacío frío, refleja mis miedos, mis dudas, mis sombras, pero sé que él no se queda ahí, sé que vuelve, siempre vuelve por mí, aunque tropiece, aunque me niegue.

Este pasaje me desnuda, me muestra mis negaciones, mis lágrimas, mi corazón que no sabe amarlo como merece, pero me envuelve, me susurra que soy suyo, Jesús no solo cargó la cruz, cargó mi alma rota, mi Judas, mi Pedro, mi todo, y lo amó hasta el final, cierro estas páginas con el pecho en llamas, las mejillas empapadas, un amor que me duele de tan grande, quiero seguirlo aunque me caiga, aunque sangre, porque él nunca me suelta, nunca.