A ustedes, jóvenes de México, va dedicado este mensaje en el corazón de este Jueves Santo, un día que vibra con la esencia de nuestra tierra, un instante que no solo marca el calendario, sino que enciende el alma, que nos llama a mirar dentro, a descubrir la fuerza de un pueblo que respira en ustedes, en su rebeldía luminosa, en su valentía sin límites, en sus sueños que no conocen fronteras.
Hoy, cuando el silencio abraza nuestras calles, cuando los altares se alzan en hogares llenos de memoria, cuando las procesiones tejen pasos colectivos, este día se convierte en algo más grande, un espejo del México que ustedes llevan en la sangre, un grito que los convoca a unir sus corazones, a abrazar la doctrina social de la Iglesia como un faro de justicia, a forjar con esperanza un futuro que no solo sea prometedor, sino imparable, porque ustedes, jóvenes, son la chispa que hará arder un nuevo amanecer para nuestra nación.
Jóvenes, el Jueves Santo es un canto a la unidad que los define, una unidad que no es uniforme, sino diversa, vibrante, como las voces que llenan sus redes, como los colores de sus murales, como los ritmos que hacen latir sus corazones, en un México donde a veces nos quieren dividir, donde las sombras de la polarización intentan apagar la luz, este día les grita con fuerza: ¡son uno!, son la generación que puede romper muros, que puede tejer puentes con cada conversación, con cada abrazo, con cada lucha compartida, miren a su alrededor, a las comunidades que se levantan tras las tormentas, a las familias que parten el pan en este día, a los pasos que resuenan juntos en las procesiones, ese es el México que los reclama, un México que los necesita unidos, que los llama a convertir sus diferencias en una sinfonía, a hacer de la comunidad su fortaleza, a demostrar que la unidad no es un sueño del pasado, sino el arma más poderosa que tienen para transformar el presente.
Ustedes no son solo el futuro, son la fuerza que hoy puede cambiarlo todo, porque cuando los jóvenes mexicanos se unen, no hay fuerza que los detenga.
Y en este Jueves Santo, quiero hablarles de la doctrina social de la Iglesia, no como un conjunto de reglas polvorientas, sino como un incendio ético que los invita a ser revolucionarios del amor, de la justicia, de la dignidad, enseñanza, nacida del Evangelio, les habla de un mundo donde cada persona cuenta, donde los más vulnerables no son olvidados, donde el bien común es la meta que nos une, piensen en el gesto de Jesús lavando los pies de sus discípulos, un acto tan simple y tan radical, un recordatorio de que el poder está en servir, en alzar la voz por el que no tiene, en desafiar las estructuras que oprimen, México sangra por la desigualdad, por la violencia, por las promesas rotas, pero ustedes, con su audacia, con su capacidad de imaginar lo imposible, con su rechazo a aceptar un mundo injusto, tienen en sus manos el poder de sanar.
La doctrina social de la Iglesia no es un manual, es una invitación a que tomen las riendas, a que usen su creatividad, sus plataformas, su energía, para construir un país donde nadie sea invisible, donde la solidaridad sea el latido de cada día, donde la justicia no sea una palabra, sino una realidad que ustedes hagan posible.
Y mientras pienso en este día, mi mirada se pierde en el horizonte del futuro de nuestra nación, un futuro que no es un destino lejano, sino un fuego que ya arde en sus corazones, jóvenes, un lienzo en blanco que están pintando con cada idea, con cada lucha, con cada sueño que se atreven a perseguir.
El Jueves Santo, con su mensaje de sacrificio, de amor inmenso, de redención, les susurra que el camino puede ser duro, pero que ustedes son más fuertes, que la esperanza que llevan dentro es más grande que cualquier obstáculo, México, con su historia de resistencia, con sus cicatrices y sus victorias, les enseña que somos un pueblo que no se doblega, que ha sabido renacer de las cenizas, que ha encontrado en cada crisis una razón para soñar más alto, ustedes son la generación que puede romper las cadenas del pasado, que puede usar el arte, la tecnología, la palabra, para construir un México donde la dignidad sea el cimiento, donde la unidad sea el escudo, donde cada joven, cada mexicano, tenga un espacio para brillar. No dejen que nadie les diga que sus sueños son demasiado grandes, porque en México, los imposibles se hacen realidad cuando los jóvenes deciden actuar.
Hoy, en este Jueves Santo, mi mensaje es un rugido para ustedes, jóvenes: ¡únanse!, no dejen que el miedo o las diferencias los separen, que sus ideales, su fe, su pasión, sean el combustible que encienda un México nuevo, un México justo, un México vivo, que la doctrina social de la Iglesia los inspire a ser rebeldes con causa, a no callar ante la injusticia, a construir con sus manos un país donde el amor y la solidaridad sean la ley, que la esperanza, esa llama que nunca se apaga, les recuerde que el futuro no es algo que esperan, es algo que crean, con valentía, con amor, con la certeza de que juntos son una fuerza imparable, por que en México, el Jueves Santo no es solo un día, es un reflejo de lo que ustedes son, de lo que pueden ser, un himno a la vida, a la comunidad, a la promesa de un mañana que, con su fuego, su unión, su audacia, será más brillante, más justo, más nuestro.
¡Levántense, jóvenes, el México que soñamos los necesita, y el mundo espera su voz!