El pasaje del Evangelio de hoy domingo presenta una de las enseñanzas más fundamentales de Jesús con respecto a la naturaleza del liderazgo y el servicio.
En este contexto, dos de los discípulos, Santiago y Juan, se acercan a Él con una petición que refleja tanto ambición como un malentendido sobre el significado de ser un verdadero líder. Quieren asegurar sus lugares de honor en el reino que Jesús anuncia, buscando reconocimiento y poder. Sin embargo, la respuesta de Jesús es reveladora y desafiante: les explica que la verdadera grandeza no se encuentra en el dominio sobre los demás, sino en la disposición a servir. Esta enseñanza tiene profundas implicaciones, especialmente para nosotros como conservadores que deseamos generar un cambio significativo en México.
La primera aplicación de este pasaje reside en el llamado a servir a los demás como un principio central en nuestra labor política. Vivimos en un tiempo donde muchas veces el interés por el poder puede nublar nuestra visión y nuestras acciones. En lugar de buscar el poder en términos de estatus o reconocimiento, nuestra meta debe ser cómo podemos ser de utilidad a nuestra comunidad. Esto significa estar presentes en el día a día, involucrarnos en las realidades que enfrentan nuestros conciudadanos y ser verdaderamente receptivos a sus preocupaciones. Empoderar al ciudadano debe convertirse en nuestro norte, y esta perspectiva requiere que adoptemos un enfoque más comunitario en nuestra práctica política. La política no es solo una cuestión de negociación o de estrategias para ganar elecciones, sino un compromiso sincero y efectivo por el bienestar de todos.
Al centrarnos en el servicio, también debemos promover la dignidad humana en todas nuestras acciones y políticas.
Cada persona tiene un valor intrínseco que debe ser respetado y protegido. Esto implica luchar activamente contra la explotación de cualquier clase o tipo y defender los derechos de los más vulnerables desde la concepción hasta la muerte natural, garantizando que todos tengan acceso a oportunidades justas.
Como líderes políticos, nuestro papel debe ser también el de defensores de los derechos humanos, promoviendo políticas que fomenten la equidad y el respeto.
Lo que significa crear un marco que no solamente busque el crecimiento económico, sino que también asegure que este crecimiento beneficie a todos. La prosperidad debe ser inclusiva y no dejar a nadie atrás.
La enseñanza de Jesús también nos llama a cultivar la humildad en el liderazgo. Esta es una virtud rara en el ámbito de la política actual, donde a menudo vemos luchas de poder, muchísima arrogancia y soberbia.
Debemos recordar que nuestras posiciones de liderazgo son una oportunidad para hacer el bien, no un medio para enriquecer nuestro ego o afianzar nuestro control. La humildad nos permite escuchar a los demás y aprender de sus experiencias. La grandeza no se encuentra en el título que ostentamos, sino en cómo utilizamos nuestra influencia para ayudar a los otros, a quienes realmente servimos. Esta actitud de humildad promoverá un entorno donde todos se sientan valorados y donde la cooperación y el apoyo mutuo se conviertan en la norma.
Además, es fundamental enfocarnos en la colaboración y unidad. La Biblia nos advierte sobre los peligros de la división y la competencia desmedida. Santiago y Juan representaban esa tendencia a buscar primacías en lugar de trabajar juntos por un propósito común. Si deseamos un cambio significativo en México, debemos superar nuestras diferencias y trabajar en conjunto, no solo entre los partidos políticos, sino también integrando a diferentes sectores de la sociedad. La construcción de alianzas es esencial. Todos estamos conectados en esta lucha por un futuro mejor, y si colaboramos, podemos aprovechar nuestras fortalezas individuales para crear un cambio colectivo más duradero.
Una de las responsabilidades más importantes en este camino es la formación en valores. Si queremos lograr un cambio real y sostenible, debemos empezar a educar en principios de servicio, respeto y responsabilidad. La educación juega un papel crucial en la formación de ciudadanos comprometidos que valoren el bien común. Invertir en programas educativos que fomenten la ética, la solidaridad y la participación activa en la vida social es fundamental para cultivar una nueva generación de líderes que comprendan la importancia del servicio y de la responsabilidad social. Así, podremos construir una cultura de compromiso y altruismo que contribuya al fortalecimiento de nuestras comunidades.
No debemos olvidar nuestra responsabilidad social como representantes del pueblo. Cada decisión política que tomemos tiene un impacto real en la vida de las personas. Por ende, nuestras políticas deben tener en cuenta el bienestar integral de nuestras comunidades. Desarrollar políticas que propendan al bien común implica no solamente pensar en el crecimiento económico inmediato, sino también en la sostenibilidad y en cómo nuestras acciones afectarán a las generaciones futuras. Nuestras políticas deben ser inclusivas y reflejar las necesidades de todos, creando oportunidades en lugar de obstrucciones.
Y así, al adoptar una actitud de servicio auténtico, podemos convertirnos en modelos a seguir. Al actuar con integridad y dedicación al bien del otro, no solo cumplimos con nuestra obligación, sino que también inspiramos a otros a unirse a nuestra causa. Una política basada en la servicialidad puede ser contagiosa y generar un efecto multiplicador, motivando a más personas a involucrarse en un esfuerzo genuino por hacer de México un lugar mejor.
Al aplicar las enseñanzas del Evangelio de San Marcos en nuestra vida y labor como conservadores, no solo buscamos un cambio superficial para México, sino que abrazamos un camino transformador que da lugar a una sociedad más justa, equitativa y solidaria. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de reflejar los principios de servicio y compromiso que Jesús ejemplifica, recordando que la verdadera grandeza se encuentra en poner las necesidades de otros por encima de las nuestras. En este arduo camino, encontraremos el verdadero sentido de nuestro liderazgo y la transformación duradera que nuestro país anhela.