La reciente propuesta de despenalización del aborto en la Ciudad de México, extendiendo la legalidad de la interrupción del embarazo hasta las 40 semanas de gestación, representa un evento que más allá de la discusión legal y política, nos obliga a confrontar una realidad social preocupante: el debilitamiento de la ética y el progresivo eclipse de la dignidad humana.
La despenalización del aborto en estas condiciones genera un panorama moralmente inaceptable, donde se legaliza la eliminación de una vida humana en desarrollo, la decisión, tomada sin un análisis profundo de sus implicaciones y sin un debate social responsable, abre un abismo moral que cuestiona las bases de nuestra sociedad.
Es esencial comprender que no se trata simplemente de una norma jurídica, sino de un acto que tiene consecuencias sociales, culturales y sobre todo, humanitarias, la despenalización del aborto tardío refleja un peligroso desdibujamiento de la comprensión del valor de la vida, al legalizar la eliminación de un ser humano en una etapa tan avanzada de su desarrollo, se envía un mensaje a la sociedad que considera la vida como un bien descartable, especialmente cuando está en un estado de vulnerabilidad.
Más allá de la discusión sobre derechos reproductivos, la despenalización del aborto hasta las 40 semanas supone la legalización de la muerte de un ser humano con un sistema nervioso central en desarrollo, capaz de sentir dolor y con órganos vitales en plena formación, se ignora, deliberadamente, el carácter único e irrepetible de la vida humana y se convierte al individuo en una materia prima que puede ser manipulada y eliminada a voluntad.
El debate sobre el aborto, lejos de ser un enfrentamiento ideológico, es una compleja área de tensión donde la lógica de la «elección libre» se confronta con el valor intrínseco de la vida humana, la despenalización del aborto en este contexto no solo erosiona la base ética de la sociedad, sino que también exacerba la fragilidad y la vulnerabilidad de la mujer, poniendo su autonomía en un terreno de juego desigual donde la presión social y económica puede coartarla y obligarla a tomar decisiones que no reflejan su verdadera voluntad.
Es fundamental comprender que la despenalización del aborto no resuelve el problema del aborto en sí mismo, la realidad demuestra que en los países donde se ha legalizado el aborto en etapas avanzadas del embarazo, se ha registrado un aumento significativo de las cifras de abortos, muchas veces con un componente de presión social y económica que vulnera la autonomía de la mujer en mayor medida.
La despenalización del aborto en la CDMX, en el marco de la legalización del aborto hasta las 40 semanas, no es un avance, sino un retroceso que nos aleja de una sociedad donde la vida humana se valore y se proteja, la sociedad debe re-evaluar sus principios y buscar soluciones que no se basen en la supresión de los más vulnerables, sino en la creación de un futuro donde la vida humana sea el centro de la ética social.
Es esencial que la ética médica se reexamine a la luz de este nuevo escenario, la objeción de conciencia, en este contexto, se vuelve un principio fundamental para proteger la libertad moral y la autonomía de todos los miembros del personal de salud, quienes no deben ser obligados a participar en prácticas médicas que atenten contra su conciencia, negar este derecho es un acto de intolerancia que limita la libertad individual y crea un sistema de opresión hacia aquellos que no comparten la ideología dominante.
El derecho a la objeción de conciencia no debe limitarse únicamente a los médicos, sino que debe extenderse a todos los miembros del personal de salud, desde enfermeras y auxiliares hasta quienes realizan funciones administrativas, todos tienen derecho a no participar en prácticas que contradigan sus creencias morales y éticas, sin que su integridad profesional y personal se vea comprometida.
La despenalización del aborto no es una solución, sino una expresión de la crisis moral de la sociedad, es un camino hacia la deshumanización, donde el individuo es visto como un producto que puede ser creado, manipulado y descartado a voluntad, es urgente que la sociedad re-evalúe sus principios y busque caminos que garanticen una protección real para la vida humana, donde el valor de la vida, no se defina por un periodo de tiempo, sino por su esencia misma.
La defensa de la vida humana, en este contexto, no es una lucha ideológica, sino una lucha por la dignidad humana, una lucha por una sociedad que no se construya sobre la eliminación de su propia esencia.