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Hoy se escucha una voz en el desierto

El Evangelio según San Lucas (Lc 3, 10-18) presenta un mensaje atemporal que resuena de manera particular en nuestro actual contexto mexicano, en este pasaje, Juan el Bautista, en su instigante proclamación, ofrece no solo un llamado al arrepentimiento, sino una orientación ética que trasciende los siglos, su conversación con los soldados es especialmente relevante: “No maltraten ni extorsionen a nadie y contenteen con su salario” y el llamamiento a la generosidad es contundente: “El que tenga dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”.

Al dirigir su mensaje a los soldados, Juan nos recuerda la vital importancia de la ética en la función pública, en un país donde la corrupción y el abuso de poder son realidades preocupantes, la llamada de Juan a los soldados debe ser un eco en el corazón de cada miembro de las fuerzas de seguridad, estas instituciones están destinadas a ser baluartes de la justicia, protección y servicio ciudadano; cuando estas funciones se ven empañadas por prácticas corruptas o abusivas, se socavan los cimientos de la confianza pública.

Las palabras de Juan son un recordatorio claro: el poder debe ser ejercido con responsabilidad y cualquier abuso de autoridad es inaceptable, en nuestras calles, muchos ciudadanos se ven expuestos a situaciones de vulnerabilidad y miedo, cuando aquellos que portan insignias y armas optan por utilizar su poder para extorsionar o maltratar, no solo traicionan su deber, sino que también perpetúan un ciclo de desconfianza y sufrimiento, si realmente queremos construir una sociedad más equitativa, es esencial que nuestros cuerpos de seguridad se comprometan a vivir estos principios de justicia y respeto.

La invitación a compartir con los que menos tienen es un mensaje poderoso que resuena con la necesidad de una mayor solidaridad social en nuestra nación. “El que tenga dos túnicas, dé al que no tiene”, es un recordatorio de que la verdadera grandeza se mide no por la acumulación de bienes, sino por la capacidad de extender la mano hacia los demás en momentos de necesidad, principio que debería ser una guía para quienes ejercen funciones de gobierno: aquellos que ocupan cargos en la administración pública y especialmente, en el sistema fiscal, la función de recaudar impuestos no debe ser vista como una mera obligación, sino como una oportunidad para contribuir al bienestar de la comunidad.

La falta de acceso a recursos básicos, como la alimentación y la vivienda, es una realidad que enfrentan muchos en nuestro Mexico, como sociedad, tenemos la responsabilidad de crear y mantener un entorno donde se garantice el bienestar de todos, aquellos que tienen el poder de influir en las políticas públicas y el uso de los recursos deben recordar que su papel es actuar en servicio de la comunidad, lo que significa desterrar de una vez por todas la noción de que el poder es un fin en sí mismo, en su lugar, debe ser considerado un medio para promover la dignidad humana y el desarrollo integral de cada persona.

Cuando Juan el Bautista exhorta a “contentarse con su salario,” está subrayando la importancia de la ética en el servicio público, este mensaje debe resonar en el corazón de todos aquellos que ejercen autoridad, recordando que el verdadero servicio no está motivado por el deseo de enriquecerse, sino por el deseo de mejorar la vida de quienes nos rodean, la corrupción, que tantas veces se manifiesta en estos sectores, no solo afecta a los que se encuentran en posiciones vulnerables, sino que también desestabiliza la equidad social y debilita la cohesión de nuestra comunidad.

Por ello, la promoción de un gobierno íntegro y responsable se convierte en un imperativo, no se trata únicamente de seguir normas y regulaciones, sino de cultivar una cultura de transparencia y hacer de la rendición de cuentas una práctica habitual en todos los niveles de gobierno, al adoptar estos principios, podemos comenzar a reconstruir la confianza entre la ciudadanía y las instituciones, fortaleciendo los lazos que nos unen como sociedad.

Así, el mensaje que encontramos en Lc 3, 10-18 debe interpretarse no como un mero eco del pasado, sino como un llamado a la acción en nuestra cotidianidad, cada uno de nosotros, desde nuestro lugar en la sociedad, tiene la responsabilidad de vivir de acuerdo con los valores de justicia, integridad y solidaridad.

Si verdaderamente deseamos promover un cambio positivo en nuestro país, debemos comenzar por actuar y fomentar un entorno donde todos, especialmente aquellos en el servicio público, se comprometan a vivir de manera íntegra y solidaria.

Al poner en práctica el mandato de no maltratar, de estar en paz con nuestro salario y de compartir con los necesitados, no solo transformamos nuestra propia vida, sino que contribuimos a la edificación de una nación más justa y equitativa, cada uno de nuestros actos de bondad y generosidad puede ser una piedra angular en la construcción del cambio que anhelamos y es en estos actos donde se encuentra la verdadera esencia de lo que significa ser parte de una comunidad, juntos caminemos hacia un futuro donde el bien común prevalezca y donde la luz del Evangelio ilumine nuestro andar, guiándonos hacia un México en el que todos tengan la oportunidad de prosperar y vivir con dignidad.