Hoy te escribo desde las sombras de un futuro que, por momentos, parece haber olvidado las semillas de esperanza que plantamos en aquellos años de fervor y convicción, al alzar la mirada hacia la realidad presente, un profundo desasosiego me invade, la imagen que se dibuja ante mis ojos es la de un México agónico, un país que añora el fulgor de sus ideales, perdido en un mar de desilusión y desesperanza.
Recuerdo vívidamente aquellos días en que, junto a mis valerosos compañeros, desde lo más profundo de nuestro ser, anhelábamos forjar un nuevo camino, un baluarte contra la corrupción y el autoritarismo que habían manchado la historia de nuestra nación, en ese México de nuestra juventud la lucha por la justicia, la dignidad y el respeto al ser humano era un fuego que ardía en nuestro corazón, era un sueño de unidad, una visión de un país donde cada ciudadano se sintiera orgulloso de su hogar, donde la voz de la democracia resonara con fuerza y autenticidad.
Sin embargo, como si el tiempo hubiera girado en un cruel juego del destino, me encuentro hoy en una realidad que se desgarra, la obra de nuestras manos, se ha transformado en un espejismo de lo que una vez fue, los principios por los que luchamos, esos que prometían un compromiso inquebrantable con la ética y la verdad, han sido desplazados, como sombras que se escapan ante la luz de un poder que corrompe, lo que en sus inicios fue una llama de esperanza ha titilado, debilitándose ante el viento helado de la ambición y la indolencia.
Debemos reconocer, que algo no hicimos bien, en nuestro entusiasmo y en nuestra búsqueda de aceptación, quizás en ocasiones cedimos ante la tentación de comprometer nuestros valores fundamentales, en un afán de adaptarnos a las circunstancias, estas decisiones, que pudieron parecer pragmáticas en su momento, han dejado a las siguientes generaciones desorientadas y hoy me doy cuenta de que esa fue una grieta que permitió que la oscuridad se infiltrara.
La corrupción que tanto combatimos y criticamos ha echado raíces profundamente en el tejido de la política, como un cáncer que devora la integridad de nuestras instituciones, cada escándalo, cada traición, se siente como una puñalada en el corazón de la democracia, cuya defensa nos comprometimos a llevar a cabo, la desconfianza se cierne sobre los corazones de los ciudadanos y su desesperanza pronto se convertirá en un clamor estridente, un grito ahogado que retumba en las calles, aquellos que alguna vez elevamos con nuestras enseñanzas al pedestal de la ética hoy parecen más preocupados por el poder que por el servicio.
La dualidad de nuestra existencia política se ha vuelto abrumadora. ¿Cómo es posible que el idealismo que nos unió en los escombros del 85 se haya convertido en una lucha por el control de las sombras? La lucha de principios se ha sumido en una retórica hueca, propagada por quienes han olvidado el verdadero significado de la política, estoy convencido de que debemos insistir hasta el cansancio en que se deben respetar siempre, siempre, siempre los valores en los que se fundamenta nuestra vida, la ética, la transparencia y el servicio al bien común no son solo palabras vacías; son la esencia de nuestra misión y solo a través de ellas podremos recomponer nuestra dirección.
Alzando la voz, veo a un pueblo dividido, fragmentado por la desesperación y la incertidumbre, la búsqueda de la verdad ha sido reemplazada por la superficialidad y las promesas vacías, como un eco que resuena en un gigantesco abismo, las esperanzas se marchitan y lo que debería ser luz se ha vuelto un espacio de oscuridad, en el que los intereses de pocos prevalecen sobre las necesidades de muchos, la descomposición del sistema nos arrastra a una espiral descendente, donde la apatía amenaza con convertirse en la nueva norma, como un velo opaco que desencanta el espíritu nacional.
Pero aquí es donde tu creatividad se convierte en la espada que puede cortar la neblina que nos envuelve, te insto a que no pierdas de vista este poder, una herramienta vital en la lucha por un futuro distinto, utiliza ese ingenio que brota de tus convicciones y de la visión que has construido; saca a relucir la fuerza de tus ideas, porque en esta vorágine de mediocridad y desencanto, la innovación puede ser la chispa que encienda la llama del cambio.
No te limites a soñar: crea, innova, imagina nuevas formas de conectar con las nuevas generaciones, de inspirarles a tomar de nuevo las riendas de su destino, cada palabra, cada acción que emprendas en este presente es un ladrillo en la construcción de un futuro que aún puede ser brillante, enseña que dentro de la complejidad de la política hay un espacio para la verdad, para la ética y que no todo está consumido por la oscuridad, la creatividad no solo es una herramienta; es un acto de resistencia que puede romper las cadenas del conformismo.
Es imperativo que recuerdes a qué se debe esta lucha que emprendiste hace tantos años, siendo fiel a esos ideales hoy más que nunca, te insto a que no permitas que el fuego de la buena voluntad se extinga, respira profundamente y enfrentar este caos con la valentía que tú y tus compañeros siempre tuvieron, tiempo de recordar que la política debe ser un servicio, un compromiso inquebrantable con aquellos que creen en un futuro luminoso, la unidad debe renacer en nuestras filas, la ética debe reconquistar su lugar y el clamor del pueblo debe ser nuestra guía.
No permitas que el polvo del desengaño cubra la esencia de la lucha que inspiró nuestra generación, sal de las sombras, con la fuerza de tus convicciones y desafía el espectro de la mediocridad, que tu voz, llena de esperanza y determinación, resuene en los corazones de quienes una vez soñaron junto a ti, que la luz de nuestros valores ilumine el sendero hacia la redención y que esta carta sea un recordatorio de que incluso en la oscuridad, aún hay espacio para el renacer.
Sé firme, escucha la sabiduría de las lecciones del pasado y ten valor en el presente, no te dejes arrastrar por la inercia del desencanto; cada acción cuenta, cada decisión puede abrir nuevos caminos, al igual que el río que esculpe su cauce, deja que tu ingenio dé forma a una política que no solo sea efectiva, sino que también refleje las aspiraciones de aquellos a quienes servimos, la lucha está lejos de terminar, te dejo con un ferviente deseo: que el México que anhelamos no se convierta en un recuerdo distante, sino en un destino recuperado, un país que dignifique a cada uno de sus habitantes, donde la esperanza y la verdad se entrelacen para forjar un futuro del que valga la pena hablar y vivir, por tus hijos y los hijos de tus hijos.
Crea, transforma y lucha con cada fibra de tu ser, porque el futuro aún está a tiempo de ser cambiado, recuerda que eres parte de una historia que puede reescribirse y que tienes el poder y deber de ser un arquitecto de la esperanza.
Con todo el anhelo de un cambio verdadero,
Fernando