La Ciudad de México, con más de 9 millones de habitantes en su vasto y vibrante entorno urbano, enfrenta un desafío crítico que ha impactado profundamente la calidad de vida de sus ciudadanos: la inseguridad y el desorden que parecen haber encontrado un espacio en nuestras calles, datos preliminares de 2024 del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, indican que la cifra de delitos ya supera los 220,000 lo que se traduce en una aterradora media de 600 delitos diarios. Este panorama no solo refleja un problema de criminalidad, sino que indica el deterioro de nuestras comunidades y la urgente necesidad de transformar nuestro entorno urbano, para abordar esta situación, se propone implementar la teoría de las ventanas rotas, un enfoque que ha sido exitosamente utilizado en múltiples ciudades del mundo, concepto desarrollado por James Q. Wilson y George L. Kelling, postula que el descuido y el desorden pueden promover el comportamiento delictivo, si se permite que una ventana rota permanezca sin reparar, se envía un mensaje de abandono que puede alentar otros actos de vandalismo y delitos menores, es un ciclo que si no se interrumpe, puede escalar rápidamente.
Tomemos como ejemplo a Nueva York, que durante la década de 1990 enfrentó niveles de criminalidad alarmantes, con política de «tolerancia cero» y un enfoque proactivo hacia el mantenimiento de espacios públicos, la ciudad logró reducir la tasa de homicidios de 2,245 en 1990 a aproximadamente 632 en 2001, está disminución del 72% fue posible gracias a un enfoque multidimensional que incluía desde la limpieza de grafitis hasta el aumento de vigilancia policiaca en las calles, las estadísticas se refuerzan con relatos de vecinos que, tras el embellecimiento de sus barrios, notaron una disminución en el vandalismo y una mejora en la convivencia.
Un caso paralelo se observa en Los Ángeles, desde principios de los años 2000, la ciudad adoptó una estrategia que enfatizaba la atención a delitos menores y el mantenimiento del entorno urbano, los resultados fueron evidentes: en los primeros años de ejecución, se reportó una disminución de aproximadamente el 20% en delitos graves, este caso nos recuerda que la atención al detalle, como una pintura fresca o una calle limpia, puede tener un impacto directo en la percepción de seguridad.
En Bogotá, Colombia, se han dado pasos significativos hacia la recuperación del orden y la confianza en las comunidades, a través de políticas de «tolerancia cero», combinadas con una atención consciente a la mejora de espacios públicos, la capital colombiana logró reducir la criminalidad en un 50% en áreas seleccionadas, la restauración de parques y plazas se tradujo en un aumento de la participación ciudadana y revitalizó la convivencia entre vecinos.
En El Salvador no solo una ciudad todo un país ha podido beneficiarse de un programa de “cero tolerancia” y el cambio en la convivencia social comienza a verse en la vida diaria de sus ciudadanos.
La Ciudad de México podría beneficiarse enormemente de estas experiencias, la implementación de la teoría de las ventanas rotas aquí debería tener en cuenta múltiples acciones que aborden la inseguridad y el desorden, en primer lugar, debe establecerse un programa continuo de mantenimiento de espacios públicos, lo que no solo debe incluir limpieza y restauración, sino también el mantenimiento regular de infraestructura pública, como calles y edificios, cada parque que se renueva, cada calle que se limpia, enviará un mensaje poderoso: el desorden y la criminalidad no serán tolerados.
Mas allá del mantenimiento, la participación comunitaria es fundamental, proyectos que inviten a los ciudadanos a involucrarse activamente en la mejora de sus barrios fomentarán un sentido de pertenencia y responsabilidad compartida, imaginemos una jornada comunitaria donde vecindarios se unan para embellecer espacios comunes; no solo se mejorará la estética, también se fortalecerán los lazos entre vecinos, la participación activa ofrece la oportunidad de construir relaciones solidarias entre los habitantes y las autoridades.
Otro elemento esencial es el aumento de la presencia policial en nuestras comunidades, los ciudadanos deben sentir que tienen un aliado en la policía, la creación de programas de patrullaje comunitario contribuirá a que estas instituciones sean vistas como parte de la comunidad, no como agentes externos, la confianza mutua se traduce en un entorno más seguro, donde los ciudadanos pueden informar sobre comportamientos sospechosos y recibir respuestas rápidas ante cualquier necesidad.
También debemos abordar el diseño urbano de manera integral, la iluminación en áreas específicas, establecer vigilancia mediante cámaras en puntos críticos y mejorar la señalización puede ayudar a disuadir el comportamiento delictivo, estudios en ciudades como Chicago han demostrado que una simple mejora en la iluminación puede reducir la criminalidad en un 20%, este tipo de intervenciones no solo afectan la seguridad, sino que también embellecen nuestros espacios y los hacen más acogedores.
Es fundamental enfrentar las raíces de la criminalidad, proporcionar oportunidades de empleo y capacitación, especialmente para los jóvenes, puede hacer una diferencia significativa, al ofrecer alternativas constructivas, aseguramos que nuestras futuras generaciones encuentren caminos de desarrollo en lugar de adoptar la delincuencia, es crucial crear espacios donde puedan formar habilidades y conectarse con oportunidades laborales significativas.
En resumen, la implementación de la teoría de las ventanas rotas en la Ciudad de México no solo es necesaria, sino crucial para construir un entorno más seguro y cohesionado, aprender de las experiencias de otras ciudades exitosas y aplicar un enfoque colaborativo que involucre a autoridades, comunidades y organizaciones fortalecerá nuestro tejido social.
La recuperación de nuestras calles y comunidades es un esfuerzo conjunto, con compromiso y acción, podemos transformar la Ciudad de México en un lugar donde el orden y la convivencia pacífica sean la norma, la tarea es ambiciosa, pero el cambio es posible, construyamos un futuro donde todos podamos vivir con dignidad y seguridad, la Ciudad de México merece ser un lugar donde todos los ciudadanos puedan disfrutar de su hogar sin el miedo que nos abruma actualmente.
Es hora de actuar y dar este primer paso hacia un cambio digno