Es profundamente alarmante observar cómo la máxima casa de estudios de México, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha comenzado a convertirse en un espacio de promoción de la catolicofobia disfrazada de arte, esta tendencia no solo representa una traición al espíritu académico de la institución, sino que también plantea un grave peligro para la convivencia pacífica en una sociedad plural y diversa en la que el respeto por las creencias ajenas debería ser sagrado.
Al permitir que se exhiban obras que buscan con desprecio y burla, deslegitimar la fe católica, la UNAM está alimentando un clima de hostilidad que resulta inaceptable, no se trata simplemente de expresiones artísticas; se trata de manifestaciones claramente orientadas a lastimar, ofender y socavar las creencias de millones de mexicanos que encuentran en su fe un pilar en su vida diaria, este tipo de “arte” se convierte en un ataque directo a la identidad y dignidad de las personas, donde su espiritualidad es tratada como un objeto de burla.
Este fenómeno de catolicofobia no es una simple crítica al dogma; es una campaña activa y organizada para despreciar y deshumanizar a aquellos que nos identificamos con la religión católica, en una época en la que el extremismo y la intolerancia están en aumento, es irresponsable —por decir lo menos— permitir la difusión de mensajes que atacan las raíces de una cultura tan profundamente arraigada en nuestro país, la UNAM, al abrir sus puertas a este tipo de expresiones, no solo falla en su deber como institución educativa, sino que se convierte en cómplice de una narrativa que busca erigir muros en vez de puentes.
La libertad de expresión es un derecho fundamental, pero este no debe ser utilizado como un escudo para justificar discursos que alimentan el odio y la división, cuando el arte, en lugar de fomentar el diálogo y la reflexión, se convierte en una herramienta de provocación destinada a ofender a un grupo particular, perdemos el rumbo de lo que significa ser verdaderamente inclusivos, lo que se presenta como arte se transforma en un ataque brutal que, lejos de inspirar críticas constructivas, busca infligir dolor y sembrar la discordia.
Es esencial que como sociedad no permanezcamos en silencio ante esta catolicofobia institucionalizada que se manifiesta en espacios donde podría promoverse el entendimiento y la diversidad, la UNAM debería ser un bastión de cultura y reflexión, un lugar donde se sientan bienvenidos tanto los creyentes como los no creyentes y donde el discurso se base en el respeto mutuo, no en el odio, al no ejercer una crítica rigurosa sobre las obras que se presentan, está fallando a su misión educativa y está bajo la responsabilidad de contribuir a un entorno de respeto y empatía.
Es fundamental destacar que la religión católica como cualquier otra creencia, merece ser tratada con consideración y respeto, cuando se permite que los artistas lancen ataques irreverentes que normalizan la burla y el desprecio, se está mandando un mensaje devastador: El odio está permitido en el ámbito artístico, este camino, si no es detenido, puede llevar a una mayor polarización y violencia, creando un clima de hostilidad que afectará a todos, incluyendo aquellos que se consideran artistas o críticos de la sociedad.
En esta lucha por un arte que eleve, que inspire y que provoque el diálogo, no podemos tolerar más el uso de fondos académicos para promover el desprecio, la UNAM, en vez de ofrecer un espacio para la catolicofobia, debería ser un refugio para aquellos que buscan visibilizar el respeto, la inclusión y la comprensión entre diferentes creencias y culturas, es hora de exigir responsabilidad, no solo a la institución sino también a los artistas, quienes deben entender que su voz tiene consecuencias y que el arte puede y debe ser un medio para unir en lugar de dividir.
La exhibición de obras que buscan atentar contra las creencias católicas dentro de la UNAM es una afrenta no solo a la comunidad católica, sino a todos aquellos que creen en la dignidad y el respeto de las diferencias, la catolicofobia, en lugar de ser una forma válida de crítica, se erige como un ataque a la identidad de millones y debe ser denunciada enérgicamente, la sociedad mexicana merece espacios donde florezca el respeto y donde todas las voces sean escuchadas y no donde se propague el odio y la burla.
Defendamos la dignidad de nuestra diversidad y de recuperemos el arte como un vehículo para la paz, el respeto y la comprensión mutua, la UNAM debe ser un ejemplo, no un campo de batalla; es imperativo que tome medidas para rectificar este rumbo y promover verdaderas expresiones artísticas que celebren la riqueza de nuestras creencias y valores compartidos.