La comida familiar del fin de semana en casa de los abuelos es un ritual sagrado que todos esperan: el suculento aroma del mole, los tamales recién hechos, y el buen ambiente que se respira. En esos momentos, todo parece perfecto, hasta que decides abrir la caja de Pandora que es la política mexicana. El ambiente está a punto de volverse más caliente que el comal.
La conversación comienza tranquilamente, con tu primo hablando del clima. Pero, con un sorbo de agua de jamaica, decides que es un buen momento para mencionar la reciente elección de Claudia Sheinbaum como presidenta. “Oigan, ¿qué tal creen que le va a ir a Claudia? Ya empezó con el pie derecho, pero la sombra de AMLO siempre está sobre ella”. Los murmullos se intensifican en la mesa, cada miembro familiar parece estar listo para cargar las armas verbales.
La tía Chole, que siempre lleva la voz cantante cuando de política se trata, suelta: “Ay, mi hijo, Sheinbaum es como un títere de AMLO. Según yo, le falta personalidad y carácter. ¡No quiero ver otra administración que solo repita las mismas promesas de ‘no robaré’ o ‘primero los pobres’!”. Apenas terminas de escuchar cómo su voz se eleva, ya tu primo Miguel la interrumpe: “Pero, tía, ¿no crees que ha hecho cosas buenas en CDMX? ¡Hay menos acarreados en las marchas! Los tiempos de Peña Nieto se acabaron, pero no podemos tampoco esperar que todo cambie de la noche a la mañana”.
En ese momento, el tío Ricardo, un ferviente activista de la oposición, saca el as bajo la manga: “¿Y el PRI qué? Han tenido el poder por tanto tiempo que han dejado un legado de corrupción que es casi inmejorable. ¿Creen realmente que la gente se olvidará de sus trapitos al sol tan fácil?”. Conversaciones sobre corrupción se suceden como una cerveza que va abriendo las gargantas de cada uno. La nariz arrugada de tu abuela se hace notar en la mesa, a medida que todos sueltan sus posturas.
Alguien menciona al PAN y la risa podría llenar un estadio. “¡Mira, el México de Fox! Era como un circo, un bufón en la presidencia. Teníamos la esperanza de que todo cambiaría, pero al final, ¡solo tuvimos divertidos memes!”, dice uno de tus primos, y los demás ríen, emocionados, porque en cierto modo, comparten esa nostalgia, pero también el desinterés por aquellos días.
Pero con el ritmo de la conversación, no pasa mucho tiempo antes de que el nombre de Movimiento Ciudadano entre en la palestra. “¿Y cómo ves a los de Movimiento Ciudadano? Al final del día tienen un discurso muy bonito, pero no tienen músculo para hacer un cambio real en el país”. El primo Daniel, quien siempre tiene una respuesta para todo, responde: “Quieren ser los salvadores de la patria, pero sus acciones son como promesas de político: se quedan en el aire, como el humo del barbacoa”.
Y, como el juego de las sillas, los nombres de la política se mueven y cambian. La conversación, repleta de críticas y sátira, no podría estar más animada. “Desde que AMLO se fue de la presidencia, hasta ahora con Claudia, la sombra sigue pesada. ¿Es posible que podamos aspirar a algo diferente, o simplemente estamos condenados a repetir la historia?”.
A esas alturas, la mesa parece un ring de box, cada quien lanzando sus golpes verbales, pero todos con un toque de cariño. La conversación también se torna hacia el Verde y sus volteretas de alianzas. “Esos son como el camaleón, siempre cambiando según les convenga. ¡Qué fácil es entrar en el juego de la política!”, bromea tu tía, mientras otros asienten.
La ironía del asunto es que, a pesar de la crítica, saben que la única constante en este juego es cómo todos buscan su tajada del pastel. “Lo que necesitamos es un cambio verdadero; lo que hemos tenido son promesas vacías”, dice alguien mientras va por otro poco de pozole.
Pero luego, cae como un trueno el recuerdo de García Luna y su sentencia a 38 años. “Al menos eso sí, ya empezamos a ver justicia cuando los que han hecho daño comenzaron a caer. ¿Y quién diría que un exsecretario de seguridad terminaría así?”, dice tu abuelo, quien parece haberse convertido en el juez de la situación. “Ese, al menos, sí que se pasaba de la raya”, añade, y muchos murmulan de acuerdo.
Mientras el pozole se transforma en una conversación sobre cómo la corrupción ha permeado cada rincón del país, no se puede evitar mencionar a Salinas de Gortari. “Ese ha sido el rey de la farsa política”, dice tu tía. “Privatizó todo y se quedó con lo mejor, dejando al país desangrándose por millones de deudas”. Así, la conversación rebota entre figuras heroicas y traidoras, cada quien eligiendo su favorito, como si eligieran un equipo en el próximo Mundial.
La sombra de AMLO sigue presente, y como eco, se siente en cada intervención. “¿Acaso AMLO ha hecho más que los anteriores? Tiene a su gente, pero no sé si eso sea suficiente”, dice tu primo. Y sí, en ese momento, la comida que estaba destinada a ser un festín familiar se convierte en una reflexión profunda y, a la vez, en un torbellino de emociones.
Como si de un juego de cartas se tratara, cada uno comienza a sacar sus argumentos, y la mesa se convierte en una sala de debate. “Sigan así, y a este paso terminarán todos corriendo por su parte del pastel”, dice tu abuelo, como un eco de sentido común entre el caos. Y, como siempre, la risa llena el aire. Los memes sobre AMLO y su famosa frase “los abrazos, no balazos” se lanzan como chistes voladores, recordando que, al final, la política es un tema recurrente que no puede ser tomado muy en serio, aunque a veces lo sea.
Finalmente, después de un largo y acalorado debate, tu abuela aparece con el pay de limón, una sonrisa en su rostro. “¡Basta de política, prueben el postre que preparé! Nadie se va de aquí sin un bocado dulce”, dice, y de inmediato la mesa cobra vida nuevamente, pero esta vez alrededor del sabor y las risas, suavizando el ambiente.
Así, entre alegrías, risas, postres y el eco de debates pasados, la comida familiar se transforma en el verdadero corazón de lo que significa ser parte de una familia mexicana: el amor, las diferencias y, sobre todo, la unión. Aunque la política siempre hará eco en sus corazones, en ese momento simplemente son familia, disfrutando del momento juntos y abrazando las diferencias que hacen de cada comida algo memorable.
“cualquier similitud con una comida en tu familia es pura, simple y mera coincidencia”