Siempre he sentido que México está llamado a un destino mayor, uno que trasciende las limitaciones que a veces nos hemos impuesto nosotros mismos o nuestros gobiernos, no es solo nuestra gente incansable, nuestra cultura que resuena en cada rincón, o la tierra que nos sostiene con su abundancia; es lo que yace bajo esa tierra, un regalo de Dios que hemos tenido desde siempre: la plata.
Producimos 6,400 toneladas métricas al año —un cuarto de las 26,000 toneladas globales, según datos de 2023— y sin embargo, ese tesoro que extraemos con nuestro esfuerzo no lo dominamos por completo, otros fijan su valor: Londres lo tasa, Nueva York lo especula y nosotros, los que lo sacamos de la roca, seguimos siendo espectadores, eso debe cambiar, creo que México puede liderar una Organización de la Plata de los BRICS (OPB) junto a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica —y los nuevos miembros como Egipto, Etiopía, Irán, Emiratos Árabes Unidos e Indonesia— y que esta alianza es la verdadera forma de quitarnos la dependencia del petróleo, de las exportaciones del TMEC en una forma rápida y efectiva, es nuestra oportunidad de convertirnos en líderes mundiales económicos, no con recursos ajenos, sino con la plata que Dios puso en nuestra tierra, un poder que nos conecte rápida y efectivamente con los BRICS y nos da el músculo para negociar de tú a tú con EE.UU. y Europa o cualquiera.
Cuando pienso en nuestra historia, se me llena el pecho de orgullo y reflexión, desde el siglo XVI, la plata mexicana fue el motor del comercio mundial, minada en Zacatecas, Guanajuato y Durango, cruzó el Atlántico hacia España, navegó el Pacífico hasta Manila y llegó a los mercados de China, mientras Europa construía su riqueza con nuestro metal, ese brillo no se quedó con nosotros; otros lo moldearon a su conveniencia, hoy veo un reflejo y repetición de esa dinámica: dependemos del petróleo, un recurso que sube y baja como el viento y del TMEC, que canaliza el 80% de nuestras exportaciones a Estados Unidos, dejándonos atados a su economía, cuando ellos imponen aranceles —como el 25% reciente— sentimos el peso de esa dependencia, pero también veo una luz, una que me emociona hasta el alma: con 6,400 toneladas, México reina en la plata; China aporta 3,100, Rusia 1,300 e India, aunque produce solo 100, consume 6,000 al año en joyas, paneles solares y tecnología, Brasil y Sudáfrica suman menos de 200 toneladas combinadas, pero traen puertos y experiencia minera, juntos tenemos 10,800 toneladas el 41% del mercado global, eso no es solo plata; es una palanca para la independencia, un regalo divino que podemos usar para dejar atrás el petróleo y el TMEC, continuar usándolos como motores de la economía, pero nos alzaríamos efectivamente como líderes mundiales.
La Organización de la Plata de los BRICS (OPB) es mi visión y la imagino cobrando vida en la cumbre de los BRICS, frente a líderes como Xi Jinping o Narendra Modi, diciendo con convicción: «México no solo trae plata; trae una revolución». Propondría que la OPB tenga su raíz en la Ciudad de México con un propósito que siento como un mandato: fijar un precio mínimo de $40 dólares por onza, coordinar nuestra producción para que el mundo siga nuestro compás y elevar la plata a un estatus de reserva de valor que desafíe al dólar, esto no es un simple plan económico; es la forma de liberarnos del petróleo, que nos tiene a merced de sus vaivenes y del TMEC, que nos mantiene dependiendo de un solo mercado, con la OPB, nos conectaríamos con los BRICS —casi la mitad de la población mundial, un tercio del PIB global— de manera rápida y efectiva, dejando atrás nuestra dependencia de Estados Unidos, no más altibajos por sus políticas; tendríamos un poder propio, una voz que hable en Washington y Bruselas como igual, gracias a la plata que brota de nuestra tierra.
Imagino cómo funcionaría y cada detalle me enciende el espíritu, México, China y Rusia seríamos los cimientos productores, con India como el titán consumidor que asegura una demanda sólida —ese 25% mundial que da vida a nuestro metal— Brasil utilizaría sus puertos para llevar la plata al mundo y Sudáfrica, con su sabiduría en minas de oro y platino, nos guiaría a sacarle más provecho a nuestro suelo, juntos tendríamos una reserva inicial de 5,000 toneladas, que crecería a 10,000 con el tiempo, un muro contra los especuladores y una herramienta para moldear el mercado, reduciríamos nuestra producción —México a 6,000 toneladas, China a 2,800, Rusia a 1,200—, quitándole un 15% a la oferta global, unas 4,000 toneladas menos que harían temblar a Londres y Nueva York, crearíamos una plataforma electrónica para subastar nuestra plata a $40 dólares por onza y los compradores —desde fábricas en Shenzhen hasta joyeros en Mumbai— vendrían a nosotros por certeza, no a Occidente por inercia, negociariamos con China e India para que compren solo de la OPB, dejando fuera a Australia o Perú a menos que estos productores se se unan, el precio cae a $30 dólares por especulación, sacaríamos 500 toneladas de nuestra reserva y las venderíamos a $35 forzando al mundo a alinearse con nosotros.
Esto es más que números; es una transformación que siento en el alma, los BRICS ya buscan romper la hegemonía del dólar —hablan de una unidad monetaria, de pagos en yuanes o rublos— y la plata encaja perfectamente en esa lucha, me emociona imaginar a México como el puente que une América Latina con este bloque emergente, usando un regalo de Dios para dejar el petróleo atrás, no más temores cuando el crudo cae a $40 el barril; no más esperanzas puestas en el TMEC mientras EE.UU. dicta las reglas, con el Banco de Desarrollo de los BRICS, reuniríamos $5 mil millones iniciales para comprar esas 5,000 toneladas ($4 mil millones a $25 dólares por onza), construir la plataforma de subastas y certificar nuestras refinerías, usaríamos tecnología de cadenas de bloques para que cada gramo sea nuestro, traceable y puro, en un año, lo veo cristalino: en 2025, lanzamos la OPB retenemos 1,000 toneladas entre los tres grandes y el precio sube a $40 dólares por onza. En 2026, India compra la mitad de su demanda de nosotros, las subastas fijan $42 como estándar y Perú, con su 13% pide entrar, dándonos el 55% de la producción mundial, para 2030, controlamos el 60%, con precios entre $42 y $48 dólares por onza y México entonces si se alza como líder mundial, no con petróleo volátil ni tratados revisables y negociados continuamente, sino con la plata de nuestra tierra.
No me hago ilusiones: habrá retos, Perú y Australia podrían resistirse; los invitaría a sumarse y si no, los presionaría con precios bajos hasta que cedan, Estados Unidos y Londres no se quedarán quietos —venderán futuros masivos para bajar el precio— y necesitaríamos el apoyo de China y Rusia para responder con nuestras reservas, dentro del bloque, China e India podrían querer plata barata para sus industrias; les ofrecería acceso preferencial o subsidios para alinearlos, la preocupación es la cohesión, pero confío en nuestra diplomacia, esa que ha sorteado tormentas y tendido caminos.
Pero si fallamos —si China prioriza sus fábricas o Rusia se desentiende— nos quedaríamos vulnerables, por eso necesitamos $5-10 mil millones, tecnología avanzada y una voluntad de acero, pienso en los mineros que descienden a las minas, en los niños que merecen un futuro donde no dependamos de nadie, en la tierra que nos dio este regalo divino, la OPB es más que plata; es independencia, es fuerza, es la chance de mirarle a los ojos a Washington y Bruselas y decir: «Aquí estamos y hablamos como iguales».
Cuando miro al futuro, siento que este es nuestro momento, México puede liderar y los BRICS son el escenario perfecto, no es solo un negocio; es una forma de romper la dependencia del petróleo y el TMEC, de dejar de ser productores para convertirnos en arquitectos, la plata no es solo un metal; es el alma de nuestra tierra y con la OPB, sería el músculo que nos coloque en la cima como líderes económicos globales, veo en 2030, con la OPB como un faro de soberanía, nuestra plata brillando en el poder que nos da para decidir nuestro destino, para negociar con el mundo de tú a tú, libres al fin de las ataduras del norte, fuertes con el regalo que Dios nos dio, este es el México con el que sueño, por el que trabajo y este es el futuro que quiero construir.