El agua en la Ciudad de México no puede seguir siendo una moneda de cambio, ¡basta!, no más, que nadie se atreva a profanar algo tan vital, tan sagrado, tan nuestro, con las manos sucias de políticos sinvergüenzas que la usan para comprar votos, para apuntalar su tiranía, para mantenernos encadenados a su codicia descarada, vivo en una ciudad donde el agua, que debería ser un derecho intocable, es una limosna miserable, un arma electoral que los cínicos manipulan con una arrogancia que da náuseas, estoy harto de sus engaños, furioso de que nos traten como esclavos, la sed no es un espectáculo, el agua no es su botín, ¡ha llegado el momento de arrancarles el control!, necesitamos un nuevo sistema de administración, uno que ponga la vida de cada persona por encima de sus intereses podridos, uno que eleve el agua al lugar que merece, el alma de nuestra existencia, desde 1997, cuando esta ciudad cayó en su farsa, hemos tenido a Cuauhtémoc, Rosario, Andrés Manuel, Alejandro, Marcelo, Miguel Ángel, José Ramón, Claudia, Martí y Clara, ¡y ninguno!, ¡ni uno solo!, nos ha cumplido, todos han blandido el agua como un garrote para someternos.
Han pasado 28 años, desde 1997, bajo la misma bandera corrupta, la misma corriente política que nos sedujo con promesas de justicia, que nos hipnotizó con cuentos de cambio, pero que nos ha apuñalado sin piedad, Cuauhtémoc abrió la puerta a la decepción, Rosario fue un espejismo inútil, Andrés Manuel rugió fuerte, pero dejó tuberías reventadas, Alejandro fue un eco sin fuerza, Marcelo fanfarroneó con modernidad, pero nos dejó secos, Miguel Ángel se ahogó en excusas patéticas, José Ramón fue un instante olvidado, Claudia alardeó de avances, pero la sed nos devora, Martí apenas rozó el poder, Clara apenas pisa el escenario, y el agua, nuestro derecho, sigue siendo una estafa, cada campaña es una bofetada, un carnaval de hipocresía, las pipas irrumpen de pronto, como un milagro falso, en las colonias donde el agua es un delirio, los tinacos se arrojan como carnada, los candidatos posan con garrafones, sonríen como hienas, juran con descaro que esta vez, que ahora sí, todo será diferente, pero cuando las urnas se cierran, cuando los votos se cuentan, nos escupen en la cara, los pozos prometidos son mentiras, las tuberías siguen podridas, las familias siguen clamando por un líquido que les roban, ¡este sistema es una farsa!, necesitamos uno nuevo, uno que no haga del agua un trofeo de guerra, que no nos fracture con sus sobras, que la administre con la justicia que esta ciudad exige a gritos.
No es ayuda, es opresión, no es bondad, es un vil chantaje, esos políticos no resuelven, comercian con nuestra angustia, compran lealtades, nos atan a su yugo, en 2023, uno de cada cinco hogares de esta ciudad no tenía agua potable regular, en Iztapalapa, la más poblada, la crisis es un rugido que estremece cada cubeta vacía, mientras la gente se abrasa bajo el sol, mientras los niños cargan garrafones en lugar de sueños, los de arriba se burlan de nuestro dolor, las pipas no llegan por piedad, llegan porque alguien calculó que esa colonia, esa calle, vale un montón de votos, quién decide las rutas, quién reparte la vida, no es un accidente, es un complot, el agua, que debería ser nuestro vínculo como pueblo, se reparte como botín de sus feudos, ¡no podemos seguir permitiendo que nuestra supervivencia sea su moneda!, el momento de una revolución en la gestión ha llegado, un sistema que defienda la dignidad de cada alma, que no deje a nadie en el abandono, que haga del agua lo que siempre debió ser, un bien de todos, no una mercancía, Cuauhtémoc, Rosario, Andrés Manuel, Alejandro, Marcelo, Miguel Ángel, José Ramón, Claudia, Martí, Clara, todos han desfilado, ¡y todos nos han traicionado!
Los que no se doblegan, los que no se arrastran, que se ahoguen en su sed, eso nos gritan con su desprecio, esto no es solo ineptitud, es un crimen, una traición monstruosa que lleva 28 años envenenándonos, la misma corriente, que osa llamarse voz del pueblo, no ha tenido el valor de construir un sistema que garantice agua, ha elegido la vileza, las promesas que apestan, las pipas que son sobornos, los tinacos que son grilletes, la corrupción engulle el dinero que podría salvar la red, los desarrollos inmobiliarios, construidos con corrupción, saquean el agua que nos pertenece, el acuífero muere, la ciudad se hunde bajo el peso de su avaricia, y, mientras tanto, los que han gobernado por casi tres décadas nos piden que traguemos su farsa, que creamos en su teatro, ¡pero ya no podemos soportar más!, necesitamos un sistema que cuide la tierra que nos sostiene, que trate el agua como un legado sagrado para nuestros hijos, que pulverice la corrupción y la codicia, ninguno de ellos, ni Cuauhtémoc, ni Rosario, ni Andrés Manuel, ni Alejandro, ni Marcelo, ni Miguel Ángel, ni José Ramón, ni Claudia, ni Martí, ni Clara, ha tenido las agallas para hacerlo, ¡ninguno nos ha cumplido!
Nos hacen creer que el agua es su dádiva, una migaja que debemos pagar con nuestra sumisión, pero el agua no es suya, es nuestra, es nuestra sangre, nuestra dignidad, nuestro derecho inalienable, no quiero más fotos de campaña, no quiero discursos que apestan a traición, no quiero candidatos que repartan garrafones como si fueran mesías, quiero una ciudad donde el agua no sea un instrumento de dominación, donde no tenga que arrodillarme ante un partido que lleva 28 años escupiéndonos, que ha tenido el poder, el dinero, el tiempo, y aún así nos condena a la sed, ¡el momento de rugir es ahora!, el momento de forjar un sistema nuevo, uno que surja de nuestra rabia, que coloque la justicia en el trono, que jure que nadie volverá a suplicar por un sorbo, ¡ha llegado la hora de levantarnos juntos!, porque Cuauhtémoc, Rosario, Andrés Manuel, Alejandro, Marcelo, Miguel Ángel, José Ramón, Claudia, Martí, Clara, todos han tenido su turno, ¡y todos nos han apuñalado!
Esto no va a cambiar si seguimos cayendo en sus trampas, si seguimos vendiendo nuestra voz por una pipa que llega tarde, si seguimos confiando en los mismos que han hecho del agua un mercado de sangre, el agua es vida, no una moneda electoral, ¡es hora de decirlo con furia!, de exigirlo con fuego, de gritar que no vamos a entregar nuestro voto por un derecho que nunca debimos mendigar, no vamos a seguir aplaudiendo a los que nos han traicionado por casi tres décadas, el agua es nuestra, la vamos a arrancar de sus garras, no con palabras podridas, no con fotos, sino con la fuerza de una ciudad que se niega a seguir de rodillas, una ciudad que forja un nuevo sistema, donde el agua fluya para todos, donde la justicia y la unión sean inquebrantables, donde el bien común aplaste cualquier ambición política, porque Cuauhtémoc, Rosario, Andrés Manuel, Alejandro, Marcelo, Miguel Ángel, José Ramón, Claudia, Martí y Clara han pasado, ¡y ninguno, ni uno solo, nos ha cumplido!