Hoy abro mi corazón y comparto con ustedes una reflexión en torno a este pasaje tan desafiante y hermoso del Evangelio según San Lucas, un texto que nos empuja hasta los límites de nuestra humanidad, pero al mismo tiempo nos invita a vivir desde la plenitud del amor.
Jesús comienza diciendo: «Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los calumnian». Cada vez que leo estas palabras, no puedo evitar preguntarme: ¿De verdad soy capaz de vivir esto? Porque no se trata solo de palabras bonitas o de una espiritualidad cómoda; Jesús realmente nos llama a algo más alto, algo que nuestra naturaleza egoísta difícilmente puede alcanzar sin Su gracia, amar a quien me hace daño, bendecir a quien me insulta, orar por quien me calumnia… ¿Cómo lograrlo cuando el impulso más humano es huir o defenderme?, Jesús no solo nos pide que rechacemos el odio, sino que demos un paso más: responder al mal con bien, esto es sumamente revolucionario, porque desafía cualquier lógica terrenal, el mundo nos enseña a devolver golpe por golpe, a construir muros para protegernos y a alejarnos de los que nos hieren, Jesús nos propone una alternativa radical: el amor sin límites, un amor que no está condicionado por los méritos del otro, sino un amor que nace de nuestra relación con Dios.
Hay una frase clave en este pasaje que resuena profundamente en mi corazón: «Hagan con los demás lo que quieran que los demás hagan con ustedes», ¿Cuántas veces nos quedamos esperando que los demás sean amables, justos, generosos con nosotros, pero no hacemos lo mismo con ellos? Este versículo me confronta con mi propia incoherencia diaria, Jesús nos invita a dar el primer paso, a construir la paz, incluso cuando no hemos recibido nada a cambio.
Jesús eleva aún más la vara: «Sean compasivos como su Padre es compasivo», es un recordatorio de que el amor que debemos reflejar no es el que nace de nuestras fuerzas, sino del rostro mismo de Dios, la compasión divina es inmensa, misericordiosa, imposible de medir, así como Él nos perdona sin cesar, así también debemos perdonar, dar y amar sin límites, el evangelio concluye con una promesa maravillosa: «Den y se les dará: se les volcará una medida generosa, colmada, remecida, rebosante», palabras que me llenan de esperanza porque me recuerdan que el amor nunca se pierde, que siempre regresa multiplicado, aunque a veces puede parecer que nuestra bondad no tiene impacto o que nadie la valora, Dios ve cada pequeño acto de amor y lo hace germinar.
En mi reflexión personal, este pasaje me invita a examinar mi corazón y mis actitudes diarias: ¿Soy capaz de amar a los que me han lastimado? ¿Bendigo y oro por los que no me desean el bien? ¿Estoy dispuesto a dar sin esperar nada a cambio?, sé que el camino no es fácil, pero también sé que este es el camino al que Jesús me llama, siento que este texto es una invitación a vivir con un corazón más grande, a reflejar ese amor infinito y hermoso que Dios tiene por cada uno de nosotros, una invitación a ser signos vivos de la misericordia, a construir un mundo más humano y más fraterno, a pesar de las caídas, quiero seguir intentando amar como Jesús nos enseña, porque en ese amor está la verdadera plenitud de la vida.