Si yo lo dijera, diría que la derecha mexicana, con su corazón conservador, yace fragmentada, perdida en las sombras tras las elecciones de junio de 2024 cuando Morena, con Claudia Sheinbaum al frente, afianzó su dominio. Ha olvidado cómo conquistar mentes, almas, corazones, atrapada en un pragmatismo vacío, una inacción que la carcome, un abandono de los principios que alguna vez le dieron vida, Acción Nacional debilitado por su tibieza, alianzas sin alma, no inspira, Viva México es un eco sin raíces profundas, México Republicano con su nostalgia estéril, no logra encender la chispa de las masas y los conservadores, esos que proclaman que quieren hacer, pero se quedan en palabras, vagan sin rumbo, sin un líder que los guíe.
Hoy imagino una derecha conservadora que despierte, que actúe con decisión, que luche con pasión, que convenza con historias, que abrace la política como un medio para el bien común, la pregunta que resuena es: ¿quién unirá a esta derecha rota, quién será el estadista que la lleve de la penumbra a la luz?
La derecha mexicana está en un punto de inflexión, la derrota de la coalición Fuerza y Corazón por México (PAN, PRI, PRD) en 2024, con un humillante 28% frente al 60% de Morena, desnudó su crisis, sus bases: el empresariado, los creyentes, los militantes políticos, los ciudadanos inquietos, están vivas, pero desunidas, sin una visión que las aglutine, los conservadores, que podrían ser un faro moral, se han reducido a lamentos en redes sociales, discursos que no trascienden los púlpitos, las columnas de opinión, sus actores principales tropiezan en un terreno árido.
El PAN, cuna política de la derecha conservadora, ha extraviado su alma, su alianza con el PRI, el PRD en 2024 sacrificó su identidad, alejando a sus fieles, proyectando una imagen de oportunismo con una candidata impresentable, ha caído en la trampa de lo políticamente correcto, esquivando los debates profundos sobre familia, libertad, tradición, la vida por temor a dividir, no ha sabido cultivar líderes que inspiren, ofrecer un proyecto que hable al México de las periferias, los jóvenes, los olvidados, limitándose a señalar los errores de Morena, sin construir un camino propio, aceptando todo lo que va en contra de sus principios por estar a la moda de ser un nuevo PAN.
Viva México, promete una cruzada conservardora, pero su voz no llega lejos, su retórica religiosa, aunque fervorosa, es divisiva, sin estructura es frágil, incapaz de movilizar más allá de pequeños círculos urbanos, sin arraigo en las comunidades rurales, los sectores populares, es un sueño que no toca tierra y que al parecer nunca tocará.
México Republicano, con su anhelo de un pasado idealizado, se pierde en la nostalgia, su discurso de orden, tradición, no encuentra eco en un México vibrante, diverso, que busca respuestas prácticas a la pobreza, la inseguridad, la injusticia, sin propuestas concretas, es un susurro que se desvanece.
Y luego están los conservadores dispersos: empresarios que defienden el libre mercado, pero no conectan con el pueblo, grupos religiosos como el Frente Nacional por la Familia, que tienen fe, pero no estrategia, ciudadanos que añoran un cambio, pero no encuentran quién los represente, la derecha está viva, pero dividida, su mayor enemigo no es Morena, sino su propia incapacidad de unirse bajo una bandera común.
¿Quién dará el paso al frente?
Unir a esta derecha fragmentada requiere un líder, que supere las flaquezas del PAN, Viva México, México Republicano, no basta con un político más, México necesita un estadista, alguien que articule una visión que entrelace la tradición con la modernidad, que movilice con esperanza, no con miedo, que transforme los valores conservadores en acción tangible. ¿Dónde podríamos encontrarlo?
Dentro del PAN, aún hay esperanza, a pesar de su crisis, el partido tiene una estructura nacional, una historia que podría ser el cimiento de la renovación, podría surgir un outsider alguien que rompa con la tibieza de la dirigencia actual, recupere la mística del partido, un líder tendría que sanar las divisiones internas, entre moderados, ultraconservadores, construir un proyecto que hable al México real: al campesino que lucha por su tierra, a la madre que teme por sus hijos, al joven que sueña con un futuro mejor, pero el PAN solo será el vehículo si se atreve a reinventarse, si deja de ser el partido de las cúpulas, se convierte en el de las calles.
Imaginemos una figura carismática, no atada a los partidos, que surja desde la sociedad civil: un líder religioso moderado, un intelectual con arraigo popular, un activista que hable con el lenguaje del pueblo, este movimiento debería tejer una plataforma que una los valores conservadores, familia, libertad, comunidad, con las demandas urgentes del país: educación, seguridad, justicia social, podría construir redes comunitarias, escuelas de ciudadanía, proyectos que muestren que la derecha no solo critica, sino que hace, sin embargo, el desafío es grande: los movimientos civiles suelen desvanecerse sin una estructura política, en México, formar un partido nuevo es un camino lleno de obstáculos legales.
La derecha religiosa tiene un potencial enorme, con millones de mexicanos que comparten su fe, un líder moderado, con carisma, visión social, podría movilizar a las comunidades creyentes, traduciendo los principios conservadores en obras concretas: comedores para los pobres, refugios para los vulnerables, escuelas en los márgenes, pero la laicidad del Estado limita su alcance político, un discurso demasiado dogmático podría alejar a los moderados, Verástegui ha intentado este papel, pero su enfoque radical no construye puentes.
Quizá la respuesta no sea un solo líder, sino una coalición de liderazgos, un esfuerzo que reúna a las voces de las bases de la derecha, desde el empresariado, alguien con visión económica que invierta en el bien común, no solo en las élites, desde la fe, un representante que traduzca los valores en acción social, desde la política, un panista renovado que lidere la reconstrucción del partido, desde la sociedad civil, activistas que movilicen a las comunidades, está unión necesitaría una plataforma clara, centrada en el bien común, que deje atrás las pugnas de egos, priorice a México sobre las ambiciones personales.
La derecha que sueño
Quien quiera unir a la derecha conservadora debe encarnar una visión que transforme, debe hacer, liderando proyectos que toquen la vida de la gente: redes de apoyo en las colonias, programas de capacitación para los jóvenes, campañas contra la corrupción que empiecen en los municipios, debe luchar, recuperando la pasión de la derecha histórica, formando líderes jóvenes que hablen con el corazón, actúen con la cabeza, debe convencer, contando historias que resuenen, que hablen de los dolores del campesino, los sueños del estudiante, la fuerza de la madre trabajadora, debe integrarse a la política, no para buscar el poder por el poder, sino para servir, construyendo partidos que sean escuelas de ciudadanía y sobre todo, debe poner el bien común por delante, reconociendo la diversidad de México, ofreciendo soluciones que abracen a todos: los creyentes, los laicos, los ricos, los pobres, los que viven en las ciudades, los que resisten en el campo.
El camino no será fácil, la derecha debe aprender de sus errores: la desconexión de Fox, la tragedia de Calderón, la alianza fallida de 2024, dejando atrás el pragmatismo que la vació, la inacción que la condenó, el miedo a ser ella misma, Morena ha sabido capturar la imaginación del pueblo, pero su hegemonía no es eterna, la derecha tiene una oportunidad, pero solo si encuentra a alguien que la despierte, la una, la haga soñar de nuevo.
Si yo lo dijera, diría que México no está condenado a la resignación, que merece una derecha conservadora que no se conforme con resistir, que se atreva a conquistar, no sabemos aún quién será el estadista que la liderará, pero sabemos lo que debe ser: un faro que ilumine el camino, un constructor que levante puentes, un narrador que encienda corazones, hoy la semilla de esa derecha está sembrada, esperando a quien la haga florecer y cuando ese líder emerja, con el corazón en la mano, la mirada en el horizonte, México lo seguirá, porque en su alma guarda un anhelo de justicia, de libertad, de un futuro que no solo se promete, sino que se forja con sudor, con fe, con amor por esta tierra, la derecha puede renacer, no como un eco del pasado, sino como una fuerza del porvenir, la pregunta no es si sucederá, sino quién tendrá el valor de hacerla realidad.