El 12 de octubre es, para mí como mexicano, un día de profunda celebración, un momento en el que la historia se encuentra con la identidad. En esta fecha, rendimos homenaje a la rica herencia iberoamericana que emerge de la unión de dos mundos que, aunque distintos, se entrelazaron para crear algo nuevo y asombroso. Celebro la hispanidad, pero no como una simple rememoración del pasado, sino como el reconocimiento de un proceso continuo de fusión y creación que ha dado forma a nuestras vidas y comunidades.
Este día nos permite celebrar la confluencia de las culturas mesoamericanas con la influencia española. En esta fusión, encontramos la esencia de nuestra identidad: un mosaico lleno de colores, costumbres y tradiciones que han evolucionado a lo largo de los siglos. Desde nuestras lenguas indígenas hasta la música y la gastronomía que se han mezclado en festines vibrantes, cada elemento cuenta la historia de un pueblo resiliente que ha sabido abrazar lo diverso y convertirlo en su fortaleza.
La integración del catolicismo también juega un papel vital en esta narrativa. Más que una religión, se ha convertido en un hilo conductor que conecta nuestras tradiciones y nutre nuestros valores. Este sincretismo se manifiesta en festividades que iluminan nuestras ciudades y comunidades, donde las creencias ancestrales coexisten con las enseñanzas cristianas, creando un tejido espiritual que nos une en la diversidad.
En este contexto, el 12 de octubre es un recordatorio de que somos los hijos y herederos de una unión ancestral. Nos invita no solo a rendir homenaje a nuestra historia, sino a reconocer que todos somos parte de este proceso en constante evolución. En cada uno de nosotros reside la chispa de esa mezcla; somos el resultado de un pasado riquísimo que nos liga a una comunidad más amplia, una historia compartida que continúa creciendo.
Celebrar este día es un acto de amor hacia nuestras raíces y hacia el futuro que estamos construyendo. En cada baile, en cada oración, y en cada platillo que preparamos, reafirmamos nuestra identidad iberoamericana. El 12 de octubre nos recuerda que, al celebrar la hispanidad, también celebramos nuestra capacidad de trascender y forjar un camino inclusivo y esperanzador para las generaciones venideras.
Así, en este día festivo, miro hacia atrás con gratitud y hacia adelante con esperanza, consciente de que nuestra historia, llena de matices y significados, es un legado que debemos honrar y perpetuar, un capítulo viviente que aún está por escribirse.