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Lo importante no importa.

Mientras el país enfrenta una de las crisis más profundas de su historia, marcada por el dominio del narcotráfico y el crimen organizado, el gobierno parece extraviado en peleas triviales que no solo desvían su atención de lo urgente, sino que resultan insultantes para un pueblo que reclama seguridad, justicia y paz, en lugar de destinar todos sus esfuerzos para frenar la violencia que ha secuestrado al país, las energías gubernamentales se consumen en disputas absurdas, como el intento de llevar a Google ante tribunales por la intención de modificar el nombre del “Golfo de México” por “Golfo de América”, como si esas acciones representaran soluciones reales a los problemas que mutilan nuestra realidad inmediata.

El cambio nominal del Golfo de México es presentado como una cruzada simbólica que supuestamente apela al orgullo nacional, sin embargo, no hay nada de qué enorgullecerse cuando las prioridades están tan desalineadas con las necesidades urgentes del país, este tipo de debates son irrelevantes para los mexicanos de a pie, aquellos que día tras día deben enfrentarse a la extorsión, la violencia y la incertidumbre, cambiar un nombre en los mapas no salvará a quienes son víctimas colaterales de una guerra que arrastra comunidades enteras hacia el abismo, tampoco reducirá las cifras de homicidios ni devolverá a quienes han sido desaparecidos por un sistema que ha claudicado frente a los poderes paralelos de los cárteles.

Se implementa una batalla legal contra una empresa tecnológica como Google, una decisión que intenta presentarse como estratégica, pero que es otro despropósito en una larga lista de prioridades equivocadas, ¿Qué importa perseguir a una empresa internacional si internamente, las instituciones del Estado no logran garantizar ni siquiera lo más básico: la vida de los ciudadanos?

Mientras los recursos y esfuerzos se destinan a estas causas superficiales, los cárteles consolidan sus dominios, acrecientan su poder y someten a millones de mexicanos a una vida de incertidumbre, sin que el gobierno siquiera parezca inmutarse, a esta desconexión con la realidad se suma otra narrativa que busca construir distracciones en lugar de responsabilidades: el uso del error del político argentino Javier Milei al promover una criptomoneda que terminó desplomándose como argumento para atacar su figura e inflar otro debate intrascendente, si bien el traspié de Milei es un recordatorio de los riesgos de las decisiones desinformadas y efímeras, convertirlo en un tema central del discurso público, especialmente en el contexto de las urgencias que enfrenta México, solo evidencia una profunda falta de enfoque, este tipo de episodios anecdóticos se utilizan como armas políticas para construir agendas mediáticas que poco o nada tienen que ver con los problemas estructurales que verdaderamente importan, ¿Qué valor tiene en este momento criticar la caída de una criptomoneda promovida por Milei para quienes no saben si llegarán con vida a sus casas al final del día? ¿Qué relevancia tiene este debate para las familias que buscan respuestas sobre sus seres queridos desaparecidos?, no es el único escape del discurso gubernamental para evitar lo esencial, otra de las grandes distracciones llega en forma de simbolismos vacíos y guerras culturales, como la propuesta de cambiar el nombre del Golfo de México, un intento por llenar titulares sin ofrecer soluciones a los problemas reales, este tipo de gestos no aportan nada al ciudadano mexicano que vive bajo el yugo de un sistema judicial y de seguridad roto, un sistema que permitió que el narcotráfico se infiltrara no solo en las calles y comunidades, sino también en las instituciones mismas, en un país donde la violencia es la constante, cambiarle el nombre a un golfo no reducirá el miedo ni devolverá la paz, el simbolismo, en este caso, es inútil.

Mientras estas distracciones crecen, las exigencias externas se vuelven cada día más intensas, Estados Unidos, nuestro principal socio comercial y aliado internacional, ha fijado un plazo perentorio para que se entreguen resultados claros y palpables en la lucha contra el narcotráfico y la migración, plazo que está a tan solo unos días, pero el país, en lugar de presentar avances consistentes, se encuentra sumido en debates nominales y litigios insulsos, esta desconexión entre lo que debe hacerse y lo que realmente se está haciendo no solo profundiza la crisis interna, sino que compromete nuestra credibilidad internacional, es necesario reflexionar sobre una verdad dolorosa: lo que es importante para un gobierno no siempre es lo importante para un país y cuando las prioridades del poder no se alinean con las demandas de la sociedad, las consecuencias son devastadoras, México es un ejemplo vivo de este descalabro.

Mientras las prioridades del gobierno pasan por cambiar nombres, litigar con empresas tecnológicas o explotar el error de un político extranjero, el verdadero poder —el de los cárteles— crece, se expande y avanza sin freno alguno, la violencia no se detendrá porque un tribunal dicte sentencia contra Google ni porque se adopte el «Golfo de América» en la cartografía internacional, tampoco se frenará la extorción y el reclutamiento forzoso juvenil por atacar los errores de figuras como Milei.

Esta desconexión con lo urgente tiene consecuencias concretas, mientras se insiste en mantener un nombre en los mapas, un joven será reclutado hoy por un grupo delictivo porque no tiene una alternativa de vida, mientras se litiga contra una tecnológica, una familia será desplazada de su comunidad porque lleva meses pagando «derecho de piso» a un cártel y mientras el gobierno se dedica a construir narrativas simbólicas, cientos de cadáveres seguirán llenando fosas clandestinas que no se encuentran ni se investigan, esto es lo que realmente está pasando en México y es aquí donde el enfoque debería estar.

El peso de ensañarse con batallas nominales y narrativas mediáticas no es solo un acto de omisión, es una prueba de la incapacidad gubernamental para enfrentar lo urgente, lo importante, lo trascendente, mientras el gobierno se entretiene en distracciones, el país se sigue desmoronando bajo el peso de la criminalidad, la impunidad y el miedo generalizado, mantener el nombre al Golfo de México no salvará vidas, llevar a Google a tribunales no combatirá la corrupción estructural que sostiene a los cárteles y criticar hasta el cansancio un error político de Milei no devolverá la esperanza a quienes buscan un futuro mejor.

Urge que el enfoque regrese a donde siempre debió estar, urge combatir la violencia y devolver la justicia, urge salvar un país que se desmorona cada día mientras nuestros líderes están distraídos con símbolos y gestos vacíos, porque mientras el Gobierno de la República pierde el tiempo en luchas sin importancia, México pierde algo mucho más valioso: su paz, su estabilidad y su futuro.