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Los Ultras

¡Esto es una aberración, un insulto al corazón de México, una puñalada a nuestra inteligencia colectiva! basta ya de tratar a los políticos como si fueran dioses bajados del cielo, como si su sola existencia fuera un milagro divino destinado a salvarnos de todos nuestros males, porque este sectarismo venenoso, este fanatismo ciego que nos embrutece y nos divide, nos está arrastrando al fondo de un abismo del que no saldremos si no abrimos los ojos de una maldita vez, izquierda o derecha, qué carajos importa, son dos caras de la misma moneda podrida, bandos que se arrodillan ante sus líderes como si fueran mesías, profetas intocables, la encarnación del orgullo nacional y los lamesuelas nos quieren hacer creer que somos unos privilegiados porque “Dios permitió que estos iluminados nacieran en nuestra patria”, cuando en realidad esa retórica barata no es más que un veneno que nos tragamos sin pensar, un cáncer que nos está consumiendo desde adentro.

Lo que hace hervir la sangre, lo que realmente saca de quicio, es el cinismo descarnado de estos líderes, que salen con su teatro barato de víctimas, lloriqueando que los den por muertos en las elecciones, que el sistema los persigue, que son mártires de una causa noble o se disfrazan de humildes con esa falsa modestia de “yo solo soy una pieza mas”, cuando todos sabemos que son manipuladores que se embriagan con los aplausos, que se alimentan del poder que les regalamos en bandeja mientras nosotros, los idiotas, los adoramos como si fueran la respuesta a todos nuestros problemas, sin ver que ellos mismos son el centro del circo, que se relamen con cada reflector, que saben perfectamente que su culto al ego es lo que mantiene este espectáculo grotesco en pie.

Pero lo más despreciable, lo que da náuseas hasta el alma, lo que nos hunde en la miseria más absoluta, es esa negativa cobarde, ruin, a dialogar, a negociar, a sentarse como seres humanos a resolver los problemas que nos joden a todos, porque claro, somos “de un lado” o “del otro”, como si eso definiera quiénes somos, como si eso justificara cerrarle la puerta al sentido común, porque sí, las diferencias de pensamiento existen y está bien, es parte de ser humanos, debatir, chocar, soñar con futuros distintos, pero negarse a hablar, aferrarse a la estúpida idea de que el otro es el enemigo, que no hay nada que negociar, que no hay soluciones posibles porque “mi bando es el correcto”, eso es lo más bajo, lo más vil, lo más indigno que puede existir, una traición a la inteligencia, a la decencia, a la esperanza de construir un México que merezca llamarse grande y lo más absurdo, lo que nos hace caer en el ridículo más patético, es que llegamos al extremo de hablar de “lados correctos de la historia”, como si unos fueran más mexicanos que otros, como si esta tierra maravillosa, esta patria que nos abraza a todos, pudiera dividirse en bandos, cuando todos, absolutamente todos, somos mexicanos, hijos de este suelo vibrante, de esta nación que no pertenece ni a la izquierda ni a la derecha, sino a los que trabajan, los que sueñan, los que luchan día a día por un futuro mejor.

Mientras tanto, ambos bandos se desgarran como bestias, señalando al otro como el colmo del radicalismo, la izquierda gritando que la derecha es un nido de fascistas, de cavernícolas que quieren retroceder siglos, la derecha bramando que la izquierda es un montón de comunistas, de lunáticos que quieren incendiar el país y ¿saben qué?, son el mismo maldito reflejo, cada uno convencido de ser el paladín de la verdad, el guardián de la moral, mientras pinta al otro como el diablo, pura hipocresía que nos envenena, porque se acusan de extremos, pero no ven que están atrapados en la misma trampa, una devoción ciega a sus líderes que apaga la razón, que nos reduce a un rebaño que bala sin cuestionar, que pone a sus ídolos en altares como si fueran infalibles, como si sus palabras fueran evangelio, perdonándoles cada error, aplaudiéndoles cada disparate, justificándoles cada tropiezo, porque “es nuestro líder, es nuestra causa”.

¡Despierten, carajo!, estos no son dioses, no son profetas, no son superhéroes, son humanos con defectos, con ambiciones, con agendas que muchas veces nos usan como peones en su juego de poder y mientras nosotros nos matamos defendiendo sus nombres, ellos se ríen desde sus tronos, haciéndose los mártires o los humildes mientras manipulan nuestras esperanzas y se enriquecen con nuestra fe ciega, porque este circo nos está destrozando, nos divide hasta el odio, nos pudre el alma, nos hace olvidar que la grandeza de México no está en un líder, sino en su gente, en los millones de mexicanos que se levantan cada día a trabajar, a criar a sus hijos, a soñar con un país sin miedo, sin miseria, sin corrupción, la izquierda no tiene el monopolio de la justicia, ni la derecha el de la libertad, nadie es dueño de la verdad absoluta, pero mientras sigamos endiosando a estos charlatanes, mientras sigamos peleando como idiotas por sus banderas, mientras sigamos negándonos al diálogo que podría salvarnos, seguiremos siendo títeres en sus manos y lo peor, al rechazar la negociación, al cerrarnos a resolver los problemas que nos duelen a todos, la pobreza, la inseguridad, la desigualdad, la corrupción que nos carcome, nos convertimos en cómplices de nuestra propia ruina, porque ¿quién paga el precio de este fanatismo? nosotros los mexicanos de a pie, no los líderes que se llenan la boca con discursos vacíos mientras se pavonean en sus pedestales.

¡Basta ya!, no hay mesías, no hay bendiciones divinas en un político, no hay “lados correctos de la historia” cuando todos somos hijos de esta tierra maravillosa, de este México que nos une más allá de cualquier bandera, porque la fuerza de nuestra nación está en nosotros, en nuestra capacidad de pensar, de exigir, de sentarnos a hablar como adultos para construir un futuro que no dependa de ídolos de pacotilla, así que dejen de acusarse de radicales mientras adoran a sus propios dioses de barro, dejen de caer en la trampa de estos líderes que se victimizan o se disfrazan de humildes mientras nos manipulan, porque si seguimos tratándolos como salvadores, si seguimos negándonos a dialogar, a negociar, a resolver lo que nos duele, seguiremos hundidos en esta podredumbre y México no merece eso, México merece más, merece que abramos los malditos ojos, que dejemos de ser peones de esta farsa, que exijamos un país donde el diálogo triunfe sobre el odio, donde las soluciones pesen más que las banderas, donde los líderes sirvan a nosotros y no se sirvan de nosotros, porque somos mexicanos carajo, no peones de nadie y es hora de acabar con esta basura de una vez por todas.