Mi Opinión Conservadora

¡Bienvenido a Mi Opinión Conservadora! Un espacio donde tus ideas y valores tienen voz, encontrarás análisis profundos, artículos reflexivos y un enfoque único sobre temas actuales desde una perspectiva conservadora, con un compromiso inquebrantable con la verdad y el diálogo, te invito a explorar y enriquecer tus conocimientos.

México y su inefable sumisión ante Estados Unidos

En el escenario internacional, la relación entre México y Estados Unidos ha sido un tema que suscita inquietud y reflexión, a lo largo de las décadas, la pregunta que persiste es: ¿por qué México permanece en una actitud tibia y agachona ante su poderoso vecino del norte?

Las respuestas son complejas pero, sin duda, involucran una mezcla de historia, política y percepción de soberanía que nos ha llevado a convertirnos en un “patio trasero” en lugar de un socio igualitario.

Desde la independencia México ha estado forjado en la lucha por su soberanía frente a la presencia de los Estados Unidos, a medida que los años han pasado, esta percepción ha evolucionado en una cultura de desconfianza y temor a que nuestras decisiones se vean condicionadas por la influencia estadounidense.

La historia reciente muestra numerosos momentos en que México ha tenido la posibilidad de elevar su voz, de aceptar la colaboración como una fortaleza en lugar de una debilidad, pero esta oportunidad ha sido frecuentemente desperdiciada, desde la primera y segunda guerra mundial hasta los ataques del 9/11, pasando por la defensa de Cuba y la grotesca y cobarde forma de utilizar la doctrina Estrada como si fuera ley escrita en piedra.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hoy conocido como T-MEC, es un claro ejemplo, en lugar de explotarlo como una herramienta para impulsar nuestra economía y fortalecer nuestra industria, se ha convertido en un símbolo de dependencia, esta relación comercial que podría haber elevado nuestra posición en la región a menudo se percibe como una cadena que nos sujeta a las decisiones ajenas, restando protagonismo a nuestras capacidades y potencialidades.

La mentalidad de que acercarnos a Estados Unidos implica una pérdida de soberanía ha perpetuado una actitud de restricción y cautela, en lugar de forjar alianzas basadas en la igualdad, las autoridades mexicanas han optado por una diplomacia defensiva, que desconfía de las intenciones de nuestros vecinos, fomentando la idea de ser simplemente un observador en los grandes escenarios de la política internacional.

Asimismo, el miedo a represalias o a la pérdida de recursos ha mermado nuestra capacidad de negociación, no se trata de ignorar las diferencias ni de renunciar a nuestras convicciones, sino de entender que la colaboración bilateral puede ser una fuerza poderosa, en lugar de ser vistos como un socio, a menudo nos consideramos como un lugar donde se pueden realizar operaciones o donde se pueden implementar políticas sin que se tomen en cuenta nuestras realidades, los índices de pobreza, desigualdad y violencia que enfrenta México son producto de una serie de decisiones históricas que, en lugar de priorizar la soberanía y el desarrollo, han alimentado la dependencia y la inercia.

Mientras Estados Unidos avanza, México parece conformarse con ser un espectador de sus propios intereses.

Es esencial que la sociedad mexicana, junto con sus líderes, cuestione esta narrativa, la soberanía no es un concepto que se pierde en la colaboración; al contrario, se fortalece, debemos aprovechar los espacios de negociación y los foros internacionales para sentar nuestras bases claras como país, exigiendo un trato justo y equitativo, pero si ni siquiera estamos presentes con el nivel que debemos, ¿qué podemos esperar?

La historia nos ha brindado lecciones y ahora es momento de aprender de ellas, más tibieza ni agachonismo, México tiene un potencial inmenso y la capacidad de ser un verdadero socio, no un dependiente, hora de redefinir nuestra relación con Estados Unidos, no desde el miedo o la sumisión, si el propio Presidente Trump nos dice que jamás ha visto a alguien doblarse tanto y tan fácil como nuestro secretario de relaciones exteriores, demuestra que no nos vemos como iguales, entonces es necesario que cambiemos nuestra postura tibia y actuemos desde la fuerza de una nación que sabe lo que vale y lo que merece.

Nos encontramos en un punto crucial, la oportunidad está ahí, pero dependerá de nosotros decidir si continuamos en el margen o si nos situamos como protagonistas en el escenario internacional.