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Mis Guías

San Fernando y Santa Juana de Arco

Ayer 30 de mayo de 2025, mientras el mundo honraba la memoria de San Fernando y Santa Juana de Arco, me detuve a reflexionar sobre lo que estos santos representan para mí, como alguien que valora la fe, la tradición y los principios que han forjado nuestra civilización, veo en ellos no solo figuras históricas, sino guías vivas que me inspiran a actuar con la misma convicción que ellos demostraron, en un tiempo donde el relativismo, la corrupción y el engaño –como el cohecho, el chanchullo o la confabulación– amenazan con erosionar nuestras raíces, San Fernando y Santa Juana de Arco me muestran el camino para vivir con integridad, valentía y un compromiso inquebrantable con la verdad.

San Fernando, rey de Castilla y León, fue un líder que entendió que gobernar es un acto de servicio a un propósito mayor, en el siglo XIII, cuando la península ibérica estaba fracturada por la ocupación musulmana, él unificó Castilla y León, no por ambición personal, sino por un deber sagrado: proteger la identidad cristiana de su pueblo, las conquistas de Córdoba en 1236 y Sevilla en 1248 no fueron solo triunfos militares, sino actos de restauración espiritual, “Mi corona no es solo de oro, sino de servicio a Dios y a mi pueblo” se dice que proclamó y vivió esas palabras con una vida de justicia, caridad y humildad, en su corte, no había lugar para el engaño ni las trampas; su reinado fue una fortaleza contra las corruptelas que, como el cohecho, socavan la confianza, San Fernando es mi guía porque me enseña que un líder verdadero no cede ante las componendas, sino que actúa con firmeza para preservar la fe y la cultura de su comunidad. “Que la cruz sea mi guía” podría haber dicho, mientras convertía mezquitas en catedrales y fortalecía un reino unido bajo la verdad divina, su ejemplo me impulsa a actuar con la misma convicción, a defender lo que creo sin temor a las críticas y a trabajar por una sociedad donde la verdad prevalezca sobre el fraude y la charlatanería.

De igual modo, Santa Juana de Arco, la Doncella de Orleans, me inspira con su valentía y su fe inquebrantable, en el siglo XV, cuando Francia estaba al borde del colapso en la Guerra de los Cien Años, esta joven campesina de apenas diecisiete años escuchó un llamado divino y lo siguió sin dudar, “No tengo miedo, yo nací para hacer esto” afirmó y con esa convicción levantó el asedio de Orleans en 1429 asegurando la coronación de Carlos VII, su grandeza no reside solo en sus victorias, sino en su resistencia frente a la injusticia, capturada y sometida a un juicio manipulado –un verdadero fraude judicial orquestado por sus enemigos– se mantuvo firme, “Sólo a Dios me remito”, declaró ante sus jueces y cuando le preguntaron si estaba en gracia de Dios, respondió con una sabiduría que desarmó a sus acusadores: “Si no estoy, que Él me ponga en ella; si estoy, que Él me conserve en ella” el martirio en la hoguera, el 30 de mayo de 1431, fue un sacrificio que la convirtió en mártir y símbolo de la resistencia frente a quienes intentan sofocar la verdad con engaños, Santa Juana de Arco es mi guía porque me muestra que incluso en la adversidad, una persona común puede cambiar el curso de la historia si actúa con fe y determinación, su coraje me motiva a no ceder ante la presión, a defender mis principios con la misma fuerza que ella mostró en la batalla y en el juicio.

San Fernando y Santa Juana son mis guías para actuar con convicción porque sus vidas demuestran que la fe no es solo una creencia, sino un llamado a la acción, San Fernando me enseña a ser un custodio de mi herencia, a trabajar incansablemente por la justicia y a rechazar cualquier forma de corrupción, ya sea el cohecho en los negocios o la confabulación en la política, su ejemplo me impulsa a liderar, aunque sea en mi pequeño entorno, con la misma claridad de propósito: “Que mi reino sea de almas unidas en la fe.” Santa Juana, por su parte, me inspira a enfrentar los desafíos con valentía, incluso cuando el mundo me diga que estoy solo, su declaración “Nuestro Señor debe ser el primero servido”, me recuerda que mis decisiones deben estar guiadas por un propósito superior, no por las conveniencias del momento, cuando dudo, pienso en su resistencia frente a un juicio injusto y eso me da fuerza para no ceder ante las trampas o los que buscan desviar mi camino.

Hoy, mientras las calles de Sevilla, Cádiz y muchas otras partes del mundo se llenan de misas y procesiones, me pregunto qué me dirían San Fernando y Santa Juana en este 2025, vivimos en una era donde la verdad es cuestionada, donde la moral se diluye y donde las trampas –el cohecho, la maldad, la corrupción– corroen la confianza en nuestras instituciones, estos santos me muestran que la convicción nacida de la fe puede superar cualquier obstáculo, San Fernando me guía para proteger mi comunidad, para actuar con integridad y para construir un futuro arraigado en la verdad, Santa Juana me guía para alzar la voz, para no temer al rechazo y para mantenerme firme incluso en las llamas de la adversidad, “Mantenga la cruz en alto para que pueda verla a través de las llamas”, pidió Juana en su hora final y esa cruz sigue siendo mi luz.

En este 30 de mayo, mientras honro a estos santos, me comprometí a vivir como ellos: con el corazón en Dios, la mirada en la justicia y la fuerza para actuar con convicción, que sus palabras me guíen: “Que Sevilla sea guía de la fe” (San Fernando) y “Dios desprecia la tranquilidad de las almas destinadas para la batalla” (Santa Juana), en un mundo de engaños, su ejemplo me llama a ser un custodio de la verdad, a rechazar el fraude en todas sus formas y a construir un futuro digno de nuestra herencia.