La enseñanza del náhuatl en las escuelas de la Ciudad de México no debería ser vista como un acto aislado de preservación cultural, sino como una oportunidad de reconectarnos con los cimientos vivos de nuestra identidad colectiva, más aún, es un proyecto que permite consolidar la relación que existe entre esta lengua ancestral y el español el idioma oficial en todo el país, ambas lenguas, a lo largo de más de 500 años, no solo han coexistido, sino que han entretejido un vínculo tan profundo que sería imposible entender plenamente el español que se habla en México sin reconocer la influencia directa del náhuatl, por ello, incorporar el estudio del náhuatl en el sistema educativo no solo preserva un patrimonio lingüístico invaluable, sino que también fortalece nuestra comprensión del español y nuestra relación con nuestra historia y cultura.
El español en México no llegó como una lengua pura y aislada; se vio transformado desde su llegada a estas tierras al mezclarse con las lenguas de los pueblos originarios, donde el náhuatl tuvo un papel preponderante por ejemplo, en el vocabulario cotidiano que, sin darnos cuenta, deslizamos en nuestras conversaciones: «chapulín», «zacate», «elote», «jícara», «chamaco», «aguacate», «tecolote» y «apapachar» son solo algunas de las innumerables palabras de origen náhuatl que forman parte integral del español mexicano, palabras que no solo describen objetos, animales o conceptos locales, sino que encierran una visión del mundo que se remonta a siglos de interrelación cultural, además del vocabulario, el náhuatl ha dejado su huella en las formas y ritmos del habla mexicana, la adaptación fonética del español mexicano se debe en gran parte a la influencia del náhuatl, lo que le otorga un color sonoro y una cadencia particular que distingue al español de México de otras variantes del idioma, el náhuatl no es solo una huella del pasado, sino un elemento activo que sigue moldeando la evolución de nuestro lenguaje cotidiano, enseñarlo es también comprendernos a nosotros mismos en nuestra singularidad como mexicanos, reconociendo tanto las raíces indígenas como las mestizas que nos constituyen.
La relación entre el español y el náhuatl no es de competencia, sino de mutuo enriquecimiento, así como el náhuatl nutrió al español con un vasto número de términos que no existían en el viejo continente, el español sirvió como vehículo para la expansión del náhuatl a lo largo de regiones y culturas que jamás habían interactuado antes, este intercambio no fue estéril: permitió que el náhuatl sobreviviera incluso más allá de las comunidades que lo hablaban originalmente, para integrarse de una manera sutil pero persistente en la estructura del español en México, enseñar náhuatl no significa contraponerlo al aprendizaje del español, sino complementar y fortalecer nuestra relación con ambos idiomas, entendiendo que no se excluyen, sino que se enriquecen mutuamente.
Tampoco podemos ignorar que muchos de los nombres que usamos para referirnos a nuestra geografía y a nuestra ciudad provienen directamente del náhuatl: Iztapalapa, Xochimilco, Chapultepec, Tlalpan, Tepito, Tláhuac, palabras que nos rodean constantemente y son testimonio vivo de la relación orgánica entre el náhuatl y el español y sin embargo, la mayoría de las personas que vivimos en la Ciudad de México no sabemos qué significan realmente estos nombres, ni su profundidad histórica, ni su belleza poética, enseñar náhuatl no solo nos haría mejores hablantes del español —al devolvernos la relación completa de su significado— sino también ciudadanos más conscientes de la riqueza histórica que habitamos y que muchas veces queda olvidada o invisibilizada, vale la pena también subrayar que aprender náhuatl no supone menoscabar o desplazar el aprendizaje de lenguas consideradas esenciales para la vida moderna como el inglés, el francés o el mandarín, por el contrario, su incorporación como parte del currículo educativo refuerza las capacidades multidisciplinares de los estudiantes, aprender más de una lengua, sea cual sea, enriquece la cognición, fomenta la creatividad y expande nuestras capacidades de comunicación, pero en el caso del náhuatl, existe además una conexión emocional e histórica que el aprendizaje de lenguas extranjeras no puede ofrecer: es la lengua que nace de nuestra tierra, que definió nuestro entorno tanto física como espiritualmente y cuya relación con el español sigue dándole forma a lo que somos.
Los ejemplos internacionales de revitalización lingüística confirman que aprender una lengua ancestral no implica en ningún momento un rezago en la educación moderna, en el País Vasco, el euskera se enseña junto con el español y el inglés y las tres lenguas se complementan mutuamente, en Nueva Zelanda, el maorí se integra al aprendizaje del inglés como una forma de fortalecer las raíces culturales, sin que ello limite el desarrollo de la población en contextos globales, incluso en Irlanda, donde el gaélico había sido desplazado por el inglés en gran parte del país, se ha retomado en las escuelas como una herramienta de conexión identitaria y cultural, en ninguno de estos ejemplos se percibe enseñanza de las lenguas originarias como un freno al desarrollo del español, el inglés u otros idiomas globales, por el contrario, generan una ciudadanía más preparada, adaptativa y respetuosa de su historia.
La incorporación del náhuatl en las aulas de la Ciudad de México también respondería a un acto de justicia histórica por quienes, a lo largo de los siglos, han sido los guardianes de esta lengua, hoy decenas de miles de mexicanos siguen hablando náhuatl en sus comunidades, aunque en muchos casos, lo hagan bajo el peso de una mirada discriminatoria que los margina por no hablar español como lengua principal, revalorar el náhuatl no solo en el ámbito académico, sino en la esfera pública y social, significaría legitimarlo como una pieza central de nuestra cultura, haría visibles y dignificaría a las comunidades que lo han mantenido vivo hasta ahora, garantizando que no desaparezca.
La importancia de desarrollar un plan de estudios sólido, acompañado de una capacitación adecuada y un proceso de contratación riguroso para maestros, es fundamental para asegurar que el aprendizaje del náhuatl no se convierta en una simple idea pasajera, en un proyecto de gobierno u ocurrencia de la administración en turno, debe ser una cátedra de instrucción valiosa y significativa, el náhuatl, como lengua indígena rica en historia y cultura, merece un lugar privilegiado en el sistema educativo de la Ciudad de México, tener un plan de estudios bien diseñado significa que se contemplan no solo los contenidos lingüísticos, sino también la enseñanza de la cultura, la historia y la cosmovisión que subyacen a este idioma, misma que debe ir de la mano de una capacitación especializada para los maestros; no se trata solo de que hablen la lengua, sino de que comprendan la pedagogía necesaria para transmitirla de manera efectiva y apasionada.
La contratación de docentes debe ser cuidadosa, buscando no solo personas con dominio del idioma, sino también aquellos que demuestren un verdadero interés en la enseñanza y un compromiso con la revitalización de la lengua, lo que garantiza que los niños y jóvenes no solo aprendan a hablar náhuatl, sino que desarrollen una conexión profunda con su identidad cultural.
Promover el náhuatl en las aulas de la CDMX es por lo tanto, una labor que debe asumirse con seriedad y dedicación, no basta con introducir el idioma como un mero complemento; se requiere un enfoque integral que fomente el amor por la lengua, su uso cotidiano y su valoración como parte fundamental del patrimonio cultural de México, así se contribuirá a formar generaciones conscientes de su identidad y comprometidas con la diversidad cultural del país.
La Ciudad de México, con su vasta historia y su carácter como crisol de culturas, tiene la oportunidad de ser pionera en un proyecto educativo que no solo preserve el náhuatl, sino que lo celebre e integre como parte indispensable de nuestra vida cotidiana, enseñar náhuatl no es solo preservar una lengua; es comprender nuestra forma única de hablar español, de habitar nuestra ciudad y de pensar nuestro lugar en el mundo, es también una declaración de que una sociedad moderna no debe olvidar sus raíces, porque es precisamente de esas raíces de donde extrae la fortaleza para abrirse a nuevos horizontes.
En definitiva, el español y el náhuatl no son adversarios en nuestra historia; son aliados inseparables, reconocer y promover el aprendizaje de ambos no constituye una contradicción, sino una afirmación de quiénes somos como mexicanos, una lengua es más que palabras: es memoria, es identidad, es vida, preservar el náhuatl y revalorar su lugar junto al español no es simplemente proteger el pasado; es apostar por un futuro más íntegro, más consciente y genuinamente nuestro.