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Nuestros frutos

El pasaje del Santo Evangelio según san Lucas (6, 39-45) nos invita a reflexionar sobre nuestra vida espiritual y social, particularmente en relación a nuestra tarea como guías, líderes y actores en la sociedad, este texto del Evangelio se vuelve una herramienta poderosa a la hora de hablar de política, que es una dimensión inseparable de nuestra vida como cristianos en el contexto de México donde coexisten fuertes tensiones entre las posturas conservadoras y progresistas, san Lucas nos recuerda que no son las ideologías humanas las que deben guiar nuestra vida, sino la Palabra de Dios y el compromiso con el bien común desde los principios de la fe y la moral cristiana, bajo esta luz, exploramos nuestra responsabilidad como católicos en la vida pública, a la par del llamado de la Doctrina Social de la Iglesia y enraizados en las enseñanzas de san Pío X, quien nos exhorta a que nuestra vida social esté plenamente impregnada por el Evangelio.

El Evangelio comienza con una advertencia: “¿Acaso un ciego puede guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?”, con esta afirmación, Jesús pone en evidencia los riesgos del liderazgo errado, carente de visión y de discernimiento, pero también nos llama a la autocrítica: ¿cómo guiar a otros si nosotros mismos no estamos firmemente anclados en la verdad?, esto resuena con las palabras de san Pío X, quien en su encíclica «Notre Charge Apostolique» nos recuerda que el cristianismo no es una cuestión meramente privada o sentimental, sino que debe guiar todos los aspectos de la vida humana, incluidas las relaciones políticas y sociales, esta premisa nos indica que los católicos tenemos el deber de iluminar la vida pública con la luz del Evangelio para evitar caer en las trampas de las ideologías de ceguera, que con frecuencia desvían tanto al conservadurismo como al progresismo de su propósito fundamental: el bien común.

El conservadurismo, con su énfasis en la preservación de los valores y tradiciones, tiene vínculos profundos con la aspiración cristiana de defender lo que es verdadero, bueno y bello, en México esta postura ha buscado proteger aspectos centrales del orden social, como la familia, la educación cristiana y la dignidad de la moral pública, pero el Evangelio nos advierte de los peligros de un apego excesivo y a veces complaciente con las estructuras humanas, que puede convertirse en falta de misericordia hacia quienes buscan renovación, Jesús dice: “¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Déjame sacarte la paja que llevas en el ojo’, si no adviertes la viga que llevas en el tuyo?”, san Pío X nos invita en su encíclica «Il Fermo Proposito» a recordar que cualquier acción social de los católicos debe evitar retroceder al “inmovilismo estéril” y en cambio, debe mirar al Evangelio como fuerza transformadora, que no teme el cambio cuando esté orientado a la auténtica regeneración cristiana de la sociedad.

El progresismo, que históricamente busca la transformación y la inclusión social, resuena en ciertos aspectos con el llamado de Jesús a defender al pobre, al excluido y al marginado, a primera vista, esta aspiración de “progreso” parece estar en sintonía con principios de Evangelio, pero es el propio Evangelio también nos alerta contra los peligros de abrazar un cambio carente de fundamentos sólidos, pues en tanto los frutos son buenos o malos, estos nacen de raíces profundas: de principios que reflejan la verdad de las enseñanzas de Cristo, sin estos principios el progresismo puede caer en relativismos que destruyen lo esencial en nombre de ideales efímeros o en la búsqueda de soluciones fáciles, nuevamente San Pío X en «Notre Charge Apostolique» denuncia las corrientes que buscan un falso progreso basado en el abandono de los valores del Evangelio y advierte sobre la separación entre la fe y las obras que estas ideologías promueven.

Así, en este contexto San Lucas nos da una clave fundamental para discernir el valor de las acciones políticas, sociales y personales: “No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos”, la Doctrina Social de la Iglesia interpreta estas palabras como una invitación a juzgar las políticas y enfoques no desde los nombres o etiquetas ideológicas, sino desde los frutos concretos que producen, como católicos, nuestro deber no es simplemente tomar partido ciegamente por ideas humanas, sino examinar si esas posturas están en línea con los principios de la dignidad humana, la equidad y la verdad que nacen del Evangelio.

La Doctrina Social de la Iglesia en continuidad con las enseñanzas de san Pío X, afirma claramente nuestra obligación de participar en la vida social y política como parte integrante de nuestro testimonio cristiano, no podemos quedarnos al margen como meros observadores ni reducir el cristianismo a una práctica de fe individualista, en su encíclica «Il Fermo Proposito», san Pío X subraya que los fieles deben trabajar activamente por una “restauración cristiana de la sociedad”, lo que implica tomar una postura profética, que supere las dicotomías simplistas entre conservadurismo y progresismo y establezca como criterio supremo la búsqueda del bien común, cimentado en la verdad y los valores de la naturaleza humana creada por Dios, esta restauración cristiana nos exhorta a ver más allá de las polarizaciones políticas, no significa un conservadurismo estancado ni un progresismo desenfrenado, sino un compromiso con los principios que construyen una sociedad verdaderamente humana, y que se reflejan en las áreas clave de la vida social: la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la promoción de la familia como célula fundamental de la sociedad, el acceso a una educación que forme integralmente a las personas en cuerpo, mente y espíritu; la justicia económica que respete tanto los derechos de los trabajadores como la responsabilidad social de quienes poseen recursos y el cuidado de los más vulnerables.

San Pío X enfatiza que los católicos no solo debemos participar en política, sino que también debemos distinguirnos por guiarnos siempre por una conciencia formada en la fe, compromiso que exige reconocer que la política, aunque imperfecta, es un ámbito necesario para promover la justicia, la paz y la caridad, Jesús nos recuerda que es del «buen tesoro del corazón» de donde se sacan las cosas buenas, por ello nuestra acción política debe partir de una verdadera conversión personal y de una mirada crítica que analice no solo a los demás, sino también nuestras propias motivaciones y actitudes, en nuestro querido México los desafíos son profundos, pobreza, corrupción, divisiones sociales y las tensiones ideológicas entre conservadurismo y progresismo no serán superadas simplemente con debates o etiquetas, como católicos estamos llamados a llevar la luz de Cristo en medio de una realidad compleja, integrando lo mejor de ambas posturas: la defensa de lo permanente del conservadurismo y la apertura a lo necesario del progresismo, bajo el criterio último del Evangelio.

San Pío X lo resume magistralmente: la política no puede separarse de la fe, porque sin la verdad revelada por Dios, caemos en «el error fatal de confiar en la sola fuerza humana».

Nuestra misión es ser auténticos cristianos en la sociedad, evaluando los frutos de cada acción y construyendo un México más justo y solidario, si como afirma san Pío X, trabajamos para la restauración de todas las cosas en Cristo, que debe ser el único criterio y fin de todo auténtico esfuerzo político y social.