En la encrucijada histórica en la que se encuentra México, resulta ineludible un análisis crítico sobre el ambicioso plan México, a primera vista, la idea de transformar nuestro país en una economía robusta y competitiva parezca un anhelo noble, cuando se sienta en el contexto de la actual situación política y de los recientes cambios constitucionales, queda claro que este camino está cargado de absurdos y contradicciones.
Desde hace unos años, hemos sido testigos de cómo se han desmantelado las estructuras fundamentales que sostienen nuestra democracia y al mismo tiempo, nuestra economía, la eliminación de organismos autónomos, que alguna vez fueron bastiones de transparencia y rendición de cuentas, está enviando una señal alarmante a inversores nacionales y extranjeros, estos organismos eran cruciales para salvaguardar la certidumbre jurídica en el país y la falta de esta certeza ahora genera un ambiente de desconfianza que se traduce automáticamente en un freno para el crecimiento económico.
La inseguridad, sumada a la creciente sombra del crimen organizado y la corrupción, ha creado un panorama aterrador en el que los ciudadanos y especialmente, los empresarios se sienten amenazados, el cobro de piso, que se ha convertido en una práctica habitual en varias regiones del país, no solo afecta a los pequeños comerciantes, sino que también incide negativamente en las grandes inversiones, esta práctica delictiva perpetúa la sensación de inseguridad y desconfianza, alejando a los capitales que tanto necesitamos para crecer.
Por si fuera poco, la inestabilidad se exacerba con las constantes protestas, cierres de carreteras y vías férreas, que se han vuelto comunes en el paisaje cotidiano mexicano, las manifestaciones, a veces legítimas en sus reclamos, son utilizadas como un medio de presión que interrumpe no solo la vida diaria de los ciudadanos, sino también las cadenas de suministro y los flujos comerciales, lo que genera pérdidas significativas y contribuye a la percepción de un país caótico donde las reglas del juego cambian a cada momento.
En el ámbito educativo, la situación es igualmente preocupante, cuando los responsables de parte la educación critican la lectura como un «acto burgués» en lugar de fomentarla como una herramienta esencial para el pensamiento crítico y la creatividad, estamos frente a una tendencia alarmante, esta postura no solo deslegitima una práctica fundamental, sino que también revela la nula disposición a fomentar el libre pensamiento y la curiosidad intelectual, la lectura es una puerta de entrada al conocimiento, a la reflexión, al análisis y desestimar su valor equivale a condenar a las generaciones futuras a un pensamiento limitado y conformista, si los encargados de guiar la educación rechazan tan fundamental actividad, ¿cómo podemos esperar que los jóvenes desarrollen las habilidades necesarias para enfrentar los retos de un mundo complejo y en constante cambio?, La falta de énfasis en la lectura, el análisis y el diálogo crítico arrastra a nuestra juventud hacia una mediocridad alarmante, en lugar de cultivar mentes curiosas que desafíen el status quo y busquen soluciones innovadoras a los problemas que enfrentamos, estamos creando un ambiente en el que la creatividad y el pensamiento crítico son desalentados, una educación que no promueve el estudio y la reflexión no solo empobrece a los individuos, sino que empobrece al país en su conjunto.
Es un hecho probado que la inversión es el motor que impulsa el crecimiento económico, pero sin un entorno estable y predecible, los capitales tienden a desviar su atención hacia otros países que ofrecen mayor seguridad jurídica y oportunidades de crecimiento más atractivas, hoy más que nunca, la disminución de la confianza en el marco legal y las instituciones que regulan el mercado se está lamentablemente convirtiendo en una realidad palpable, esta dinámica genera una atmósfera de inestabilidad que no solo desalienta a los inversores, sino que también ahoga la creatividad y la innovación necesarias para el desarrollo sostenible.
¿Cuál es entonces la lógica detrás del objetivo de alcanzar un crecimiento sostenido del 5.85% anual? Esta cifra, que se convierte en la meta para que México pueda ascender de la economía número 13 a la número 10 del mundo en el plazo de diez años, es un sueño manifiesto, el contexto que rodea a nuestras políticas actuales sugiere que dicho deseo puede estar más allá de nuestro alcance si las condiciones no cambian drásticamente, para lograr este objetivo, se requiere no solo un crecimiento sostenido del 5.85%, sino también un incremento considerable en la inversión estructural, de acuerdo a proyecciones económicas, mantener este ritmo de crecimiento implica que México deberá atraer y generar una cantidad significativa de inversiones, tanto nacionales como extranjeras, en un entorno que actualmente no favorece la certidumbre ni la estabilidad.
La realidad es, que si queremos que nuestro país avance y compita a nivel mundial, no basta con desearlo; debemos crear el ambiente propicio para que eso suceda, el mensaje que se ha transmitido a los inversionistas es claro: las regulaciones cambian, la seguridad jurídica se ve comprometida y como resultado, los capitales no son bienvenidos. ¿Cómo se puede hablar de alcanzar un crecimiento sostenido en este escenario? En lugar de fomentar un ecosistema empresarial dinámico y atractivo, estamos cerrando las puertas a oportunidades cruciales.
Soñar en grande con hacer de México un gran país es loable, pero esos sueños no pueden basarse en ideologías que fracturan el tejido del desarrollo económico, para avanzar y asumir riesgos, necesitamos políticas que fomenten la inversión, que fortalezcan la certeza jurídica y que protejan las instituciones, los recientes cambios constitucionales y la centralización del papel de las instituciones nos están arrastrando a una economía que puede quedar atrapada en el estancamiento en lugar de avanzar hacia el progreso, a medida que las economías de otras naciones continúan creciendo, no podemos permitir que nuestras aspiraciones de grandeza se vean comprometidas por un modelo que niega la estabilidad y el crecimiento.
Las economías que actualmente se encuentran por encima de México en la lista de las más grandes del mundo continúan evolucionando y adaptándose a las demandas globales, la economía en la posición 10 por ejemplo, ha mostrado un crecimiento sostenido y ha implementado políticas que favorecen tanto la inversión como el incremento de la productividad, países como Corea del Sur continúan registrando incrementos significativos en su PIB y México no puede permitirse quedar rezagado, es fundamental reflexionar sobre cómo queremos que se defina nuestro futuro, la estrategia debe tener un enfoque claro y coordinado que tome en cuenta no solo el crecimiento como un número en una grafica, sino también la calidad de vida de los mexicanos, necesitamos crear un entorno que propicie la inversión, genere empleo y fomente la equidad social.
Para alcanzar el objetivo de crecer casi un 6% de forma sostenida, se deben implementar medidas concretas que aborden las necesidades modernas de nuestra economía, en primer lugar, es crucial la inversión en infraestructura, esto no solo incluye la mejora de las carreteras y el transporte, sino también el acceso a servicios básicos en áreas desatendidas que necesitan un impulso significativo, sin infraestructura adecuada, muchas partes del país permanecen aisladas, a pesar de su potencial para contribuir al crecimiento nacional.
Luego, es vital trabajar en fortalecer la educación y la capacitación de nuestra fuerza laboral, el desarrollo de un capital humano competente y con habilidades alineadas a las necesidades del mercado es fundamental para incrementar la competitividad, programas de formación continua y educación práctica son imperativos si queremos garantizar que las futuras generaciones estén preparadas para los retos que representa un mundo laboral en constante cambio, es desalentador que el futuro de nuestros jóvenes está en riesgo debido a la falta de un sistema educativo robusto que convierta sus habilidades en una ventaja competitiva.
La innovación también debe ser una prioridad en la agenda económica, fomentar un ecosistema donde las startups puedan florecer y las empresas consolidadas puedan invertir en investigación y desarrollo (I+D) es vital para no solo mantener la competitividad, sino para liderar en sectores emergentes, México debe ser un país que apueste por la ciencia y la tecnología, que valore el talento y la creatividad y que proporcione los recursos necesarios para que surjan nuevas ideas y soluciones, la colaboración entre los sectores público y privado es esencial para este proceso, manteniendo un diálogo constante con el sector empresarial, escuchando sus necesidades, es clave para asegurar que las políticas implementadas sean efectivas y se alineen con las realidades del mercado, trabajar juntos para construir una economía sólida que responda a las demandas de un mundo en constante evolución.
En el contexto de la creciente incertidumbre, es imperativo que tomemos decisiones informadas y audaces, la seguridad jurídica debe ser el hilo conductor de todas nuestras políticas; sin ella, los sueños de crecimiento se desvanecerán, no se trata simplemente de números y estadísticas; se trata de las vidas de las personas, de la creación de oportunidades y de un futuro que debe ser edificante para todos, es crucial que los líderes de nuestro país comprendan que la política debe estar al servicio del desarrollo sostenible, I realmente aspiramos a que México brille en el escenario internacional, debemos luchar por una certidumbre jurídica que garantice las inversiones, que preserve nuestras instituciones y que camine de la mano con el crecimiento inclusivo y sostenible.
El futuro de México necesita ser un camino definido por la estabilidad, la confianza y el crecimiento sostenible, la economía no puede ser jalada hacia la izquierda cuando el éxito está en el otro lado, la historia nos ha enseñado que las ideologías socialistas llevan al estancamiento, mientras que el crecimiento se encuentra en el equilibrio, en la apertura y en la colaboración.
Es momento de repensar nuestro futuro y de alinear nuestras acciones hacia un México verdaderamente próspero, donde cada mexicano pueda contribuir y beneficiarse del crecimiento, seamos la fuerza que impulse el cambio necesario para hacer de México un país en el que todos podamos soñar y aún más importante, que esos sueños se conviertan en realidad, la meta es clara, pero la ruta para alcanzarla depende de nuestras decisiones y acciones de hoy.
Es hora de actuar con convicción y determinación, pues el futuro que queremos construir comienza aquí y ahora.