Como mexicano, miro con una mezcla de incredulidad, desencanto y una furia que ya no puedo contener el naufragio del Plan México, esa pomposamente llamada “Estrategia Nacional de Industrialización y Prosperidad Compartida” que el gobierno de Claudia Sheinbaum nos endosó como la panacea para nuestras eternas miserias económicas.
Cuando lo anunciaron, confieso que por un instante me dejé seducir por sus metas rimbombantes: 277 mil millones de dólares en inversión extranjera, un salto al 25% del PIB en inversión para 2026 y al 28% para 2030, 1.5 millones de empleos en manufactura especializada y la delirante fantasía de convertirnos en la décima economía mundial en una década (según los comunicados oficiales del gobierno en 2024). Una promesa que salía de un guión de Hollywood, un espejismo de grandeza para un país acostumbrado a la mediocridad, pero hoy abril de 2025, con los aranceles del 25% que Donald Trump impondrá desde el 3 de abril a todo componente automotriz que no sea estadounidense —sin importar si es mexicano, canadiense o de Marte (orden ejecutiva basada en sus promesas de campaña de 2024)—, con una inflación que se dispara sin control, con la absoluta irrealidad de crecer al 5-6% anual mientras gigantes como EE.UU. y China apenas gatean a la mitad de eso y con un rezago laboral que crece cada día, cada semana, cada mes, empujando a nuestra fuerza de trabajo a la informalidad en lugar del empleo formal que significa desarrollo, crecimiento e ingresos para el país, ese sueño no solo se desmorona: se burla de nosotros.
Como ya he escrito en varias ocasiones en mi sitio valorconservador.com —específicamente en mi artículo “Plan México absurdo y contradictorio”—, este plan fue creado con fantasías e irrealidades económicas, un castillo de naipes construido por tecnócratas que confundieron sus deseos con la realidad, esto no es solo una tormenta externa; es el resultado de un gobierno inepto, miope y arrogante que nunca imaginó a Trump de regreso, mientras la supuesta admiración nacional e internacional por la respuesta de Sheinbaum se destapa como una farsa patética, un maquillaje barato para tapar el desastre que ellos mismos ayudaron a crear.
Es grotesco, indignante y profundamente humillante que el Plan México se haya construido sobre una ilusión tan endeble, ¿Cómo es posible que nadie en Palacio Nacional —ni un asesor, ni un economista, ni un pasante con dos dedos de frente— haya considerado que Trump podía volver a la presidencia?, desde 2020 su regreso era una amenaza latente; las elecciones de 2024 eran una cita marcada en el calendario y su obsesión proteccionista —aranceles, “America First”, ataques al T-MEC— era un disco rayado que llevábamos escuchando desde 2016 (documentado en sus discursos de campaña y políticas de 2018-2020). Pero este gobierno, en su soberbia o su ignorancia, apostó todo al nearshoring y al sector automotriz, que aporta el 3.8% del PIB y el 20.5% de la manufactura (INEGI y Secretaría de Economía, 2024), como si el T-MEC fuera un talismán invencible, con 1.57 millones de vehículos exportados a EE.UU. este año enfrentando un aumento de costos de entre 4,000 y 12,000 dólares por unidad (estimación ajustada de Anderson Economic Group, basada en estudios de aranceles de 2018-2019), el 80% de nuestras exportaciones automotrices se tambalea al borde del colapso (INEGI y AMIA, 2024) y por si fuera poco la inflación, que el Banco de México reporta en 5.57% en febrero de 2025 y sigue trepando, devora todo a su paso: insumos, salarios, transporte, esperanza ¿Y qué nos dejan? Un plan que no vio venir nada de esto, una economía que cruje como barco viejo y un sector privado que ya planea su escape a Michigan o Indiana, como Honda con sus híbridos (anuncio en prensa económica, 2025). Esto no es mala suerte; es negligencia criminal, una ineptitud que como dejé claro, se basa en proyecciones económicas sacadas de un sombrero de mago, no de un análisis serio.
Y luego está esa farsa, esa pantomima que llaman la admiración por Sheinbaum y su supuesta respuesta a Trump, en México hay quienes la ensalzan como una líder de acero, una presidenta que planta cara al bully del norte con discursos grandilocuentes y una dignidad que dicen, nos enorgullece (Reforma y El Universal, marzo 2025), afuera ciertos círculos progresistas la alaban como un faro de resistencia, una figura que desafía al proteccionismo con discursos bien ensayados en foros internacionales (The Guardian o Le Monde), en redes sus defensores la pintan como una maestra del ajedrez geopolítico, una heroína que defiende nuestra soberanía, por favor, dejemos de engañarnos: ¿de qué carajos sirve esa admiración si no resuelve nada?, es un aplauso hueco, una medalla de latón que no paga los aranceles que asfixian nuestra industria, no frena la inflación que nos tiene de rodillas, no evita que las empresas cierren plantas, no crea los empleos que nos juraron, es un espectáculo vergonzoso, una cortina de humo para ocultar que este gobierno no tiene idea de cómo salir del hoyo en que nos metió, Sheinbaum puede posar como estadista todo lo que quiera, pero mientras el país se desangra, su imagen de “líder fuerte” es tan útil como un paraguas en un huracán, esta admiración es solo un placebo para una nación que se niega a ver la verdad: estamos gobernados por una élite que prefiere el aplauso fácil a las soluciones reales.
Porque los problemas no vienen solo de Trump y eso es lo que me saca de quicio, como señalé en “Plan México absurdo y contradictorio” (valorconservador.com), hemos desmantelado las estructuras que sostenían nuestra democracia y economía: la eliminación de organismos autónomos —esos bastiones de transparencia y rendición de cuentas— ha enviado una señal alarmante a los inversionistas, nacionales y extranjeros, que ahora ven un país sin certeza jurídica, inseguridad, el cobro de piso y la sombra del crimen organizado, es un panorama aterrador que amenaza a ciudadanos y empresarios por igual (México Evalúa, 2024). Las protestas, los cierres de carreteras y vías férreas —a veces legítimos, pero usados como presión— interrumpen cadenas de suministro y pintan a México como un caos ingobernable, inflación que ya supera el 5.57% y no muestra señales de ceder (Banxico, febrero 2025), es un cáncer que el Banco de México no puede extirpar, alimentado por el alza global de la energía, los cuellos de botella y los aranceles, todo esto no solo encarece la vida; mata cualquier posibilidad de competir ¿Y ese crecimiento del 5-6% anual que nos prometieron? Es una burla cruel. EE.UU., con un PIB de 28 billones, crece al 2-3%; China, con 18 billones, al 4-5% (FMI, 2024-2025), ¿Cómo pretende México, con nuestros míseros 2.02 billones, crecer más que ellos y alcanzar 3.3 billones en 2035? Es una mentira descarada, como ya denuncié antes.
Y mientras el Plan México presume sus 1.5 millones de empleos en manufactura especializada, ignoran el rezago laboral que nos ahoga: cada día, cada semana, cada mes, miles de trabajadores se suman a la informalidad —el 56% de la fuerza laboral, según el INEGI en 2024— no al empleo formal que trae desarrollo, crecimiento e ingresos fiscales, este gobierno no solo falla en crear empleos; agrava una crisis que empuja a la gente a changarros y tianguis mientras la “prosperidad compartida” se desvanece, ¿Y la educación?, es un desastre: cuando los responsables la critican como “acto burgués” en lugar de fomentar la lectura y el pensamiento crítico, condenan a nuestros jóvenes a la mediocridad, no al desarrollo que el país necesita, el presupuesto 2025, con un déficit del 3.2% del PIB y 1.39 billones en intereses de deuda (SHCP, 2025), es una sentencia de muerte: no hay dinero para infraestructura, solo para deudas, la corrupción sigue siendo el aire que respiramos y las reformas —judicial— son un espantapájaros para los inversionistas (Fitch Ratings, 2024).
Mientras Sheinbaum se pavonea globalmente, México se pudre.
No digo que el Plan México esté muerto —aún se arrastra, como zombi moribundo—, pero nació con un pecado mortal: la arrogancia de creer que el mundo giraría a nuestro favor, aranceles, inflación, rezago laboral y esa meta absurda confirman lo que escribí hace unas semanas, es una fantasía sin sustento, ¿Y Sheinbaum? Puro teatro: no hay negociación seria con Trump (como en 2019, NYT, junio 2019), no hay giro a Europa o Asia y depender de piezas gringas es rendirse, la admiración por ella es una broma, ¿De qué sirve si las fábricas cierran, el nearshoring se evapora, la inflación nos entierra y los empleos formales son un mito? Hay migajas —Fermaca y sus 3,700 millones en Durango (Bloomberg Línea, 25 de marzo de 2025)—, pero no salvan este desastre.
Me niego al cinismo total, pero la esperanza ya no me alcanza, es un colapso que la pose de Sheinbaum nos oculta, si no enfrentan la inseguridad, las finanzas rotas, la inflación, el rezago laboral y su falta de visión con algo más que palabras huecas, el Plan México será otro epitafio en el cementerio de promesas rotas, México está al borde del precipicio y nadie sabe cómo no caer, la “fortaleza” de Sheinbaum es una mentira que no nos salva, ¿Negociar? ¿Adaptarse? ¿Sobrevivir?, palabrería de un gobierno que no vio venir a Trump y vive de su imagen.
Fuentes:
- Metas del Plan México: Comunicados oficiales, 2024 (gob.mx).
- Aranceles del 25%: Basado en propuestas de Trump, 2024.
- Sector automotriz: INEGI y AMIA, 2024.
- Costos de aranceles: Anderson Economic Group, 2018-2019 ajustado.
- Inflación 5.57%: Banxico, febrero 2025.
- Crecimiento EE.UU., China: FMI, 2024-2025.
- Presupuesto 2025: SHCP, 2025.
- Informalidad 56%: INEGI, 2024.
- Inseguridad: México Evalúa, 2024.
- Reformas: Fitch Ratings, 2024.
- Fermaca: Bloomberg Línea, 25 de marzo de 2025.
- Negociación 2019: NYT, junio 2019.
- Críticas en valorconservador.com: “Plan México absurdo y contradictorio”