La Alegría Inmensa de Tener a León XIV, Robert Francis Prevost, como Papa
Hoy, mi alma se desborda de una emoción que no cabe en el pecho, la esperanza me inundan mientras escribo, porque la Iglesia, mi hogar espiritual, ha recibido un regalo divino: Robert Francis Prevost, elegido Sumo Pontífice el 8 de mayo de 2025, ha tomado el nombre de León XIV, en este hombre humilde, en este pastor de mirada serena y corazón encendido, veo la mano de Dios tejiendo un nuevo capítulo de amor y fe para el mundo, mi corazón late con una felicidad tan inmensa que parece querer abrazar el cielo entero.
Cuando la fumata blanca se alzó sobre la Capilla Sixtina, sentí que el universo se detenía para celebrar y cuando León XIV apareció en el balcón de San Pedro, con su voz cálida proclamando “La paz sea con ustedes”, algo en mí se rompió y se sanó al mismo tiempo, fue como si Cristo mismo, a través de este hombre sencillo, nos recordara que no estamos solos, que la Iglesia sigue siendo un faro de esperanza en la tormenta, Robert Francis Prevost, un estadounidense de 69 años que llevó el Evangelio a Perú como agustino y sirvió con entrega en Roma como prefecto del Dicasterio para los Obispos, es ahora nuestro Papa. ¡Qué milagro, qué gracia tan abrumadora!
El nombre de León XIV me estremece hasta el alma, evocando a los grandes santos que lo llevaron antes: San León Magno, que defendió la fe con valentía frente a las herejías y los invasores; San León II, cuya santidad brilló en la liturgia y la caridad; San León III, que coronó a Carlomagno y fortaleció la unión entre la Iglesia y el mundo; San León IV, que protegió Roma con muros físicos y espirituales; y San León IX, reformador incansable que purificó la Iglesia con su celo. También resuena con León XIII, que abrió la Iglesia al mundo moderno con su sabiduría, en León XIV veo un eco de estos gigantes, pero también un hombre único, dispuesto a rugir con amor, con misericordia, con un evangelio vivo que sane los corazones heridos.
Su vida, marcada por el servicio misionero en Perú y su labor formando obispos en Roma, me llena de orgullo y esperanza, creo que es un Papa que sabe arrodillarse ante los necesitados, que ha mirado a los ojos a quienes buscan consuelo, que ha cargado la cruz con humildad, ahora, desde la cátedra de Pedro, nos llama a ser constructores de paz, de puentes, de un mundo más justo, no puedo evitar emocionarme al pensar que es el primer Papa estadounidense, no es un triunfo de una nación, sino un canto a la fe vibrante de las Américas, un continente que ahora nos regala a León XIV, sus palabras, al mencionar a su predecesor con cariño, me llegaron al fondo del corazón: hay continuidad en esa ternura, en esa Iglesia que abraza a los heridos, pero también una promesa de frescura, de un nuevo soplo del Espíritu.
“Recen por mí”, pidió y en ese instante, juro que mi oración se unió a la de millones, formando un coro que subía al cielo, esta alegría, sin embargo, lleva un nudo en la garganta, el mundo está herido: guerras, desigualdades, corazones que han olvidado a Dios, la Iglesia enfrenta tormentas, entre quienes piden cambios y quienes temen perder la esencia, pero al ver a León XIV, con su calma y su fe sólida, siento una certeza que me envuelve como un abrazo: él será un pastor que nos guíe, que nos desafíe a ser mejores, que nos recuerde que el amor de Cristo es más grande que cualquier división, su elección, en solo cuatro votaciones, me dice que los cardenales vieron en él a un hombre de unidad, un líder para este tiempo.
Hoy, mi corazón no para de cantar, doy gracias a Dios por León XIV, por este Papa que ya amo como a un padre, por este hombre que, estoy seguro, llevará la cruz con humildad y la corona de espinas con coraje, me uno al júbilo de la Plaza de San Pedro, a los cánticos, a las lágrimas de tantos que, como yo, ven en él una promesa de días mejores, que su pontificado sea un amanecer de paz, un incendio de caridad, un refugio para los que buscan sentido, León XIV, Robert Francis Prevost, ya eres un faro en mi vida y con todo mi ser, prometo rezar por ti y caminar contigo en esta aventura de fe.
¡Viva el Papa! ¡Viva la esperanza que nos trae!