Querido lector, hoy me detengo ante las palabras del Evangelio según San Juan (14, 23-29), un pasaje que resuena con una profundidad que atraviesa el tiempo y se entrelaza con nuestra forma de entender la vida en comunidad, la autoridad, el orden que da sentido a nuestro mundo, Jesús habla con sus discípulos del amor que guarda su palabra, de la paz que no se parece a la del mundo, del Espíritu que guía hacia la verdad y sus palabras me llevan a reflexionar sobre cómo anhelamos una sociedad anclada en valores que perduran, que sostienen la armonía y el bien de todos.
Cuando Jesús dice que quien lo ama guardará su palabra y el Padre hará morada en él, siento un eco que nos llama a vivir desde principios que no se tambalean con las corrientes del momento, en un mundo que parece correr tras lo nuevo, lo fugaz, estas palabras nos susurran que hay una verdad más alta, un orden que va más allá de nuestras ambiciones personales, en la vida pública esto se traduce en un compromiso con lo que ha probado su valor a través del tiempo: la familia como corazón de la sociedad, la tradición que nos da raíces, la búsqueda de un bien que no se agota en el interés propio, no es aferrarse al pasado por capricho, sino reconocer los cimientos que sostienen una comunidad fuerte.
La paz que Jesús promete, distinta a la que ofrece el mundo, me hace pensar en el tipo de estabilidad que realmente deseamos, el mundo nos tienta con soluciones rápidas, promesas que dividen, que enfrentan, que sacrifican lo esencial por lo inmediato, pero la paz de Cristo es un canto a la unidad, a construir desde el amor y la verdad, no desde el poder o la conveniencia, en nuestra vida pública esto significa buscar líderes, sistemas que promuevan la concordia, que no nos separen, sino que fortalezcan lo que nos une, es un recordatorio de que la autoridad verdadera no se impone, se gana con el ejemplo, con la coherencia.
Y luego está el Espíritu Santo, el Defensor, que enseña y recuerda todo lo que Jesús dijo, en él veo una guía para nuestra conciencia colectiva, en este México nuestro, con su riqueza cultural y su historia de luchas, necesitamos esa voz que nos mantenga en el camino de lo justo, de lo verdadero, en la política esto se refleja en instituciones que no solo respondan al apuro del momento, sino que estén arraigadas en principios éticos que resistan el paso del tiempo, es un llamado a no dejarnos arrastrar por el ruido de las ideas que vienen y van, a escuchar esa verdad que nos orienta hacia el bien común.
En este país donde a veces el caos parece ganar terreno, el Evangelio nos invita a construir con paciencia, con fe, con un amor que no se rinde, no es tarea fácil, pero es la única que vale la pena, porque lo que buscamos no es solo un México más próspero, sino uno donde la paz verdadera, la que viene de lo alto, encuentre su hogar en nuestros corazones y en nuestras leyes.