¿Por qué seguimos en silencio? ¿Por qué en un país donde el suelo tiembla bajo el peso de tantas injusticias nos quedamos quietos con la mirada baja como si el desastre fuera nuestro destino? México se desmorona frente a nosotros, los hospitales son cascarones vacíos donde las medicinas son un lujo inalcanzable, donde los pacientes suplican por insumos que nunca llegan, donde las familias se desgastan buscando en farmacias privadas lo que el sistema de salud debería garantizar, el metro esa arteria que mueve a millones es una ruina que respira por inercia con vagones que se incendian, estaciones que colapsan, vías que gritan por mantenimiento, la violencia nos acecha en cada esquina, la corrupción se ríe en nuestra cara, la desigualdad nos parte en dos como si viviéramos en países distintos, todo se cae a pedazos, desde las escuelas sin maestros hasta las calles sin seguridad y nosotros los mexicanos seguimos callados, paralizados sin salir a las calles, ¿Qué nos detiene? La respuesta es tan dolorosa como evidente, no hay propuestas, no hay rumbo, no hay quién nos dé una razón para creer que protestar vale la pena y en este vacío los partidos de oposición y los nuevos movimientos en formación, son tan responsables como nuestro propio silencio.
Miremos el desastre con ojos abiertos, en los hospitales la gente muere esperando un tratamiento que el gobierno promete pero no entrega, las estanterías están vacías no hay jeringas no hay oxígeno no hay medicamentos para el cáncer o la diabetes, las madres venden lo poco que tienen para salvar a sus hijos, mientras los funcionarios desvían millones a sus bolsillos, el metro que debería ser un orgullo, es una trampa mortal, cada día subimos con el corazón en la mano sabiendo que un descarrilamiento un incendio o un colapso no son accidentes sino el resultado de años de abandono, las escuelas se caen, los puentes se tambalean, el agua falta en las colonias, todo esto no es nuevo lo sabemos, lo vivimos, lo sufrimos, pero entonces ¿por qué no hacemos nada? ¿Por qué no llenamos las plazas, no alzamos la voz, no exigimos que esto pare? La respuesta no es simple pero duele, nos falta un plan, una idea clara una propuesta que nos saque de la queja y nos lleve al cambio y quienes deberían ofrecérnosla, los partidos de oposición y los nuevos movimientos nos han fallado estrepitosamente.
Los partidos de oposición son un espejismo, se presentan como la alternativa pero ¿qué ofrecen? Critican al gobierno con discursos encendidos, llenan las redes de frases ingeniosas pero cuando buscamos sus propuestas no hay nada, cómo planean garantizar medicinas en cada hospital, qué harán para rescatar el metro, para que no sea un riesgo viajar en él, cuál es su estrategia para desmantelar la corrupción que nos asfixia, silencio solo nos dan promesas recicladas, alianzas electoreras, candidatos que cambian de partido como de camisa, no son oposición, son oportunistas que viven de nuestra indignación sin construir nada, han tenido años para articular un proyecto que nos una, que nos movilice, que nos dé esperanza, pero prefieren pelearse por el poder, por los puestos, por los reflectores, nos piden el voto pero no nos dan razones para confiar en ellos y así la gente los mira con desprecio, con hastío, porque sabemos que no son la solución, sino parte del problema.
Y los partidos en formación esos que llegan con la bandera de la novedad, no son mejores, prometen un cambio, un aire fresco, pero caen en el mismo juego ¿dónde están sus planes para devolverle la vida al sistema de salud?, ¿qué proponen para que el metro sea seguro y eficiente?, ¿cómo piensan atacar la desigualdad o la violencia?, nada, solo palabras bonitas, slogans que suenan bien en un tuit pero que no resisten un segundo de escrutinio, no son movimientos, son marcas diseñadas para ganar votos, no para transformar el país, si ni siquiera los que dicen querer cambiar las cosas pueden poner una propuesta sólida sobre la mesa ¿cómo esperamos que la gente se organice, que salga a la calle, que arriesgue algo por un futuro mejor?
Pero no todo es culpa de ellos, nosotros los mexicanos también cargamos con este silencio, nos hemos acostumbrado al desastre, al “así es México” al “ni modo”, vivir aquí es una carrera de resistencia, trabajar jornadas interminables para apenas sobrevivir, esquivar la violencia, rogar por un servicio médico que no llega, lidiar con la burocracia que nos humilla, estamos cansados, agotados de un sistema que parece diseñado para exprimirnos, la desconfianza nos come por dentro, desconfiamos de los políticos, de los partidos, de los líderes sociales, incluso de nosotros mismos ¿quién no ha sentido esa punzada de duda al pensar en protestar?, ¿para qué si todo sigue igual?, ¿para qué si los que marchan terminan traicionados o silenciados? y luego está el miedo, ese compañero constante, miedo a las represalias, a la violencia a ser señalados en un país donde alzar la voz puede costarte la vida, ese miedo nos susurra que es mejor quedarnos en casa, que protestar no cambia nada, que el silencio es más seguro.
Pero este silencio nos está matando, cada día que callamos el país se hunde un poco más, cada día que aceptamos hospitales sin medicinas, un metro que se derrumba, una corrupción que nos roba, renunciamos a la posibilidad de un México digno, no podemos seguir esperando a que alguien más lo resuelva, los partidos de oposición así como están no van a salvarnos, los nuevos movimientos no van a inventar el cambio de la noche a la mañana, somos nosotros los mexicanos de a pie los que tenemos que romper este ciclo, no hay propuestas creémoslas, no hay rumbo tracémoslo, organicémonos, dialoguemos, construyamos y exijamos a los partidos que dejen de jugar con nuestra esperanza, que presenten planes reales, presionemos a los nuevos movimientos para que dejen los discursos y pasen a los hechos, pero sobre todo dejemos de esperar a que alguien más tome el estandarte.
Imaginemos un México donde los hospitales tengan medicinas, donde el metro sea seguro, donde la justicia no sea un privilegio, ese México no va a llegar solo, requiere que salgamos del silencio, que superemos el cansancio, que enfrentemos el miedo, requiere que dejemos de quejarnos en la sobremesa o en las redes y empecemos a actuar, no se trata solo de protestar, se trata de construir, de sentarnos a pensar cómo resolvemos la escasez de medicinas, cómo modernizamos el metro, cómo hacemos que la corrupción deje de ser la regla, es hora de que cada uno de nosotros asuma su parte, porque si no lo hacemos, nadie lo hará, México no merece más silencio, merece un pueblo que exija, que proponga, que luche, merece que dejemos de ser espectadores de nuestro propio desastre y nos convirtamos en los constructores de nuestro futuro, si todo se derrumba a nuestro alrededor que no sea porque nos quedamos callados, que sea porque decidimos levantarnos unirnos y cambiarlo todo, porque este país, nuestro país vale la pena.