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Terquedad Ideológica

Cuando Claudia Sheinbaum, con esa mezcla de solemnidad doctoral y obviedad insultante que parece haberse convertido en su sello, salió a decirnos que para bajar el gasto en energía eléctrica hay que consumir menos, me quedé atrapado entre la incredulidad y la furia, ¿en serio, presidenta?, ¿ese es el gran aporte que una ingeniera energética con un doctorado del prestigiado Lawrence Berkeley National Laboratory tiene para un país que lleva décadas lidiando con un sistema eléctrico disfuncional?, ¿que apaguemos las luces, desenchufemos el refrigerador, nos resignemos a sudar en verano o temblar en invierno para que la factura no nos deje en bancarrota? Si no fuera porque el tema es un drama nacional, me reiría hasta las lágrimas, pero no, esto no es un chiste de sobremesa, es una burla descarada a la inteligencia de millones de mexicanos que no están gastando kilowatts por lujo, sino por necesidad, mientras la Comisión Federal de Electricidad (CFE) se hunde en un pantano de ineficiencia, deudas, decisiones políticas que nos arrastran a todos con ella.

Vamos a los números, porque los discursos grandilocuentes sobre “soberanía energética” no tapan los hoyos financieros ni las verdades incómodas, al segundo trimestre de 2024 la CFE reportó una pérdida neta de 74.8 mil millones de pesos según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), a pesar de una utilidad operativa de 74.1 mil millones, un resultado opacado por un gasto financiero que se disparó 824.3% respecto al año anterior, los ingresos totales en 2023 fueron de 644.4 mil millones de pesos, pero los costos operativos alcanzaron 577.5 mil millones, dejando un margen ridículo para una empresa de su tamaño, entre 2019 y 2024 acumuló pérdidas por 218 mil millones de pesos según reportes financieros, ¿y cómo se explica ese desastre?, no es solo el robo de electricidad, que sigue costándole unos 50 mil millones anuales entre “diablitos” y conexiones ilegales, sino una mezcla tóxica de infraestructura vieja, costos de generación inflados, una terquedad ideológica que nos tiene anclados en el pasado.

Hablemos de la generación, el meollo del asunto, la electricidad de la CFE es un lujo que México no puede pagar, las privadas generan un megawatt-hora con renovables a 20 o 30 dólares aprovechando sol y viento que no pasan factura, pero la CFE insiste en sus plantas termoeléctricas y de combustóleo, dinosaurios del siglo XX que elevan los costos por encima de 100 dólares por MWh, ¿por qué?, porque modernizarse no encaja con el dogma de “soberanía energética” que Sheinbaum y López Obrador defienden a capa y espada, en 2022 el 57% de su electricidad vino de fósiles según sus propios datos, el combustóleo sigue siendo un actor principal aunque su precio subió 70% entre 2020 y 2023 por la volatilidad global, la deuda meanwhile no para de crecer, al cierre del segundo trimestre de 2024 alcanzó 458.9 mil millones de pesos según IMCO, 14.5% más que el año anterior, ¿y quién la paga?, nosotros, con impuestos y tarifas, mientras nos dicen “consume menos”.

El colmo son las pérdidas técnicas y no técnicas, un pozo sin fondo que devora casi un cuarto de lo que producen, en 2022 la CFE reconoció que 11.46% de su energía se pierde en transmisión de alta tensión, 13.74% en media tensión, eso significa que de cada 100 kilowatts generados 25 se desvanecen por cables obsoletos, subestaciones descuidadas, una red que parece de otra era, en 2019 la Auditoría Superior de la Federación calculó que las pérdidas técnicas en transmisión costaron 866 millones de pesos, 16.2% más que en 2018, el robo sigue descontrolado a pesar de cambiar 4.2 millones de medidores en 2022 según su informe anual, ¿resultado?, miles de millones evaporados cada año, el gobierno presume “fortalecimiento”, pero nos pide a nosotros cargar con el muerto.

Esto no es cuestión de voluntad personal como Sheinbaum insinúa, no es que seamos derrochadores, es que el sistema está podrido de raíz, en 2021 la CFE reportó una pérdida neta histórica de 106.2 mil millones de pesos según sus estados financieros, en 2023 las ganancias de 116.5 mil millones fueron un espejismo gracias a 82.2 mil millones en transferencias federales para subsidiar tarifas, nos quitan con impuestos para darnos un “alivio” que no ataca el problema, los apagones no cesan, en mayo de 2024 dejarona millones a oscuras por días, las tarifas son un acertijo para el usuario promedio, el nearshoring pende de un hilo porque ninguna empresa extranjera va a apostar por un país con energía cara e inestable.

¿Y las soluciones?, no las esperen del discurso oficial, en vez de invertir en renovables que abaraten costos y corten la dependencia de fósiles, la CFE planea 51 proyectos para 2025-2030 con una inversión de 22.377 millones de dólares según el Plan de Fortalecimiento y Expansión del Sistema Eléctrico Nacional presentado en febrero de 2025, suena ambicioso con 22.674 megawatts adicionales, pero solo el 10% de su capacidad instalada en 2023 venía de fuentes limpias, países como Chile o España nos llevan años luz en transición energética, aquí la estrategia es ideológica, no práctica, Sheinbaum, con su formación científica, debería saber que el futuro está en el sol y el viento que nos sobran, no en quemar más combustóleo, pero opta por el mantra de la “soberanía”, mientras la CFE se unde, nosotros pagamos el precio.

El “consume menos” no es un consejo útil, es un reconocimiento de fracaso, nos dicen que no hay respuestas, que la CFE seguirá siendo un lastre financiero y operativo, que nos toca a nosotros, los que ya exprimimos cada peso, lidiar con este desastre, merecemos más que frases huecas, una empresa que cuesta más de lo que rinde, si quieren bajar el gasto energético que desmantelen la ineficiencia de la CFE, que inviertan en tecnología del siglo XXI, que dejen de culparnos por querer vivir con dignidad, porque la verdadera burla no está solo en las palabras de Sheinbaum, sino en el recibo que nos llega cada dos meses, en los apagones que nos apagan la vida, en un sistema que nos exige sacrificios mientras se niega a cambiar.