En un país donde la violencia sexual sigue siendo una de las más terribles realidades que viven miles de mujeres cada día, resulta indignante e inmoral que un diputado federal, antes gobernador estatal, acusado de presunta violación sexual, recurra al fuero legislativo para evitar enfrentar la justicia como cualquier ciudadano. Más indignante aún es la postura del grupo parlamentario de Morena, que decidió arroparlo políticamente, utilizar su mayoría parlamentaria para protegerlo y minimizar la gravedad de las acusaciones, dejando en evidencia que el partido que se presume como abanderado de la justicia y el cambio no tiene reparos en perpetuar la impunidad cuando se trata de sus propios cuadros.
Morena, que durante años ha prometido combatir la corrupción, la injusticia y los privilegios, hoy se encuentra en una vergonzosa encrucijada, protegiendo a un legislador señalado por un delito tan grave como la violación sexual. Este “hombre”, que en lugar de pedir licencia para someterse a las investigaciones y demostrar su inocencia, ha optado por esconderse tras el blindaje del fuero, no solo desacredita la figura de representación popular que debería encarnar, sino que manda un mensaje devastador: en México, si tienes poder político, puedes colocarte por encima de la ley, incluso frente a acusaciones tan graves como la violencia sexual.
El caso de este diputado no es solo un asunto de evadir responsabilidades personales, es también un reflejo de cómo Morena traiciona sus propios principios con descaro, un partido que prometió liderar una transformación histórica no puede, en los hechos, usar su poder para encubrir a quienes enfrentan acusaciones por delitos atroces, mucho menos uno como este, donde la víctima alza su voz para exigir justicia, cada decisión que toma Morena para protegerlo es una bofetada directa a la confianza de millones de mujeres que han luchado contra la violencia de género, que exigen que los agresores enfrenten las consecuencias de sus actos y que necesitan instituciones capaces de garantizar que la justicia no esté supeditada al poder político.
Morena, con su mayoría parlamentaria, podría haber marcado una diferencia significativa, exigiendo que este diputado renunciara a su fuero para enfrentar las acusaciones, demostrando que su principal interés es el respeto por el estado de derecho, la igualdad ante la ley y la justicia para las víctimas, sin embargo, el partido ha permitido que las prerrogativas constitucionales se conviertan en un escudo, preferido para proteger a uno de los suyos, ignorando el daño social, político y moral que esta postura genera, al respaldarlo, perpetúan la cultura de impunidad, enviando un mensaje claro: los intereses partidistas están por encima de los derechos de las personas, por encima de la dignidad de las víctimas y por encima de la lucha contra la violencia sexual.
Para un partido que afirma estar del lado del pueblo, que insiste en que la justicia y la equidad son sus banderas, resulta absolutamente inadmisible que el caso de un diputado acusado de violación sexual sea tomado como un asunto menor, o incluso como un problema que simplemente se debe sortear políticamente, Morena tiene que entender que la gravedad de estas acusaciones no solo exige transparencia y compromiso, sino que demanda acciones claras y contundentes, no simulaciones ni discursos vacíos, no complicidad ni encubrimientos, el fuero legislativo, concebido como una herramienta para garantizar la independencia política y parlamentaria, ha sido degradado, utilizado como una barrera para evitar que quienes cometen delitos enfrenten la justicia como cualquier ciudadano, permitiendo que los señalados por actos criminales continúen ejerciendo cargos públicos como si su condición política los eximiera de cualquier responsabilidad legal. Este caso es una muestra alarmante de cómo Morena, que alguna vez fue visto como una esperanza para cambiar este tipo de viejas prácticas, está contribuyendo activamente a mantenerlas intactas, mientras continúe protegiendo al acusado, mientras permita que se cobije en el fuero y permanezca intocable, Morena estará reeditando los peores vicios del viejo régimen que prometió erradicar.
Decir que este caso es solo un error político de Morena sería minimizar su impacto; esto es mucho más grave, es una traición a los principios que el partido dice defender, es un golpe directo a las víctimas de violencia sexual que cada día enfrentan un sistema que históricamente las ha revictimizado y ha privilegiado a los agresores, las mujeres, quienes han sido protagonistas en la lucha por la justicia y la equidad, merecen algo mejor, merecen instituciones que hagan respetar la ley sin importar quién se siente en los espacios de poder, merecen que los partidos políticos actúen con congruencia y dignidad, no que sean cómplices de la impunidad, la postura del grupo parlamentario de Morena ante este caso no solo desconcierta y decepciona, sino que confirma lo que muchos temían: que el cambio prometido por la llamada Cuarta Transformación es una ilusión cuando se trata de proteger a sus aliados, que el discurso de combate a la corrupción y la impunidad se diluye cuando las acusaciones recaen sobre uno de los suyos, que la justicia sigue siendo selectiva y dependiente de los intereses políticos, Morena tenía la oportunidad de demostrar que su prioridad no es proteger privilegios, sino construir un sistema más justo, pero ha decidido ignorar esta oportunidad y mantenerse del lado de la complicidad.
En un país donde las víctimas de violencia sexual tienen que luchar incansablemente para que sus casos sean atendidos, donde los procesos legales son lentos, desgastantes y muchas veces injustos, donde el encubrimiento de los poderosos es una constante, no cabe ni un gramo de tolerancia hacia quienes utilizan el poder para protegerse y evadir responsabilidades, Morena, que tanto habla de justicia social, tiene que rendir cuentas ante el pueblo, tiene que explicar por qué su discurso de cambio se contradice con sus actos, tiene que dejar de operar como un escudo para los suyos y empezar a poner como prioridad el interés de las víctimas y de la justicia.
Exigir que este diputado renuncie al fuero no es pedir demasiado, es pedir lo mínimo en un caso tan grave como este, es exigir que la justicia prevalezca, es demandar que los pactos de poder y las conveniencias políticas no sigan aplastando los derechos de las víctimas, Morena debió dar paso a la congruencia, debió romper con las prácticas de blindaje político y entender que el fuero no está diseñado para proteger a agresores, sino para garantizar la independencia legislativa cuando corresponde, hasta que no lo haga, seguirá siendo un partido que traiciona a las víctimas de violencia sexual, que perpetúa la injusticia y que deshonra las palabras de cambio que tantas veces ha repetido pero tan pocas veces ha cumplido.