En el corazón de nuestra tradición mexicana, las posadas trascienden la simple celebración; se erigen como un testimonio vivo de nuestra fe y nuestra historia, desde el 16 hasta el 24 de diciembre, cada noche nos sumergimos en un ritual que narra el viaje de María y José en busca de un hogar donde dar la bienvenida al Salvador, este acto simbólico es mucho más que una representación de un acontecimiento hace más de dos mil años, en la actualidad, las posadas se convierten en un símbolo renovado de los valores que sustentan nuestro tejido social: la vida, la familia y la libertad.
La búsqueda de posada por parte de la Sagrada Familia refleja el anhelo humano de pertenencia y acogida, en un mundo que cada vez parece más dividido y polarizado, nos encontramos en la obligación moral de recordar que la hospitalidad es un elemento fundamental de nuestra fe católica, cada “¡Posada!” que se grita en las festividades resuena como un llamado a abrir nuestras puertas, a extender nuestras manos y corazones hacia aquellos que buscan refugio ya sea espiritual, emocional o físico, así reafirmamos el valor de la vida en todas sus formas y la dignidad inherente a cada uno de nuestros hermanos.
Las posadas también son un hermoso recordatorio del núcleo familiar, en cada celebración, podemos observar cómo las familias se unen, participan y viven los valores que son el pilar de nuestra fe católica, la familia es el primer lugar donde aprendemos a amar, a compartir y a servir a los demás, en estos días de fiesta, encontramos en la reunión familiar una oportunidad de fortalecer esos lazos, de conversar y reflexionar sobre nuestros valores, nuestras creencias y nuestras esperanzas, proclamar la vida familiar no es nostálgico; es, en cambio, un acto de resistencia en un mundo que a menudo busca desdibujar su significado.
El valor de la libertad también resalta en la celebración de las posadas, vivimos en tiempos en los que debemos recordar la importancia de las libertades religiosas y de expresión, el hecho de que podamos reunirnos en la comunidad para celebrar nuestra fe, cantar villancicos y rememorar la historia de la Nochebuena es un testamento a la libertad que tanto valoramos.
En un contexto en el que se cuestionan nuestros derechos y se desdibujan nuestras tradiciones, reafirmamos nuestra identidad católica y recordamos que cada uno de nosotros tiene el derecho irrenunciable de ser parte de estas tradiciones.
Al finalizar cada posada, al romper la piñata que simboliza el egoísmo y abrirnos a la alegría de dar y recibir, entendemos que este acto va más allá de la festividad, es una representación simbólica de la libertad que únicamente puede florecer en un ambiente de amor, fe y respeto, las posadas nos invitan a revivir la esencia del espíritu navideño, a recordar lo que significa ser parte de una comunidad que valora la vida, celebra la familia y defiende la libertad.
En este tiempo, alzamos nuestras voces en unidad y gratitud, que cada posada nos sirva de recordatorio para vivir con propósito y amor y que sigamos abrazando nuestras tradiciones con orgullo y convicción, lo que realmente celebramos no es solo el nacimiento de un niño en un pesebre, sino el renacer de nuestra fe, nuestra familia y nuestra libertad. ¡Felices Posadas!