Mi Opinión Conservadora

¡Bienvenido a Mi Opinión Conservadora! Un espacio donde tus ideas y valores tienen voz, encontrarás análisis profundos, artículos reflexivos y un enfoque único sobre temas actuales desde una perspectiva conservadora, con un compromiso inquebrantable con la verdad y el diálogo, te invito a explorar y enriquecer tus conocimientos.

¿Y la derecha apá?

La derecha en México me tiene al borde de un grito que no sé si es de furia, decepción o pura impotencia, han pasado casi diez meses desde las elecciones de 2024 y el panorama es un desierto de oportunidades perdidas, un reloj que no se detiene mientras millones de mexicanos, que salieron a las urnas con la esperanza de un cambio, se estrellan contra un muro de silencio, divisiones y traiciones, la derecha, que pudo haber sido un faro en esta tormenta, sigue perdida en un mar de egos, partidos viejos que se arrastran como sombras del poder y nuevos intentos que apenas son un susurro en el viento, es un espectáculo trágico, un rompecabezas desarmado que no encuentra quién lo arme y mientras tanto, el país se nos va de las manos.

El 2 de junio de 2024, México habló con una claridad que todavía resuena en mi cabeza, millones de votos fueron un rugido colectivo, un México harto de la misma receta, de las promesas vacías, del control disfrazado de justicia social, había un clamor por algo diferente, un país con orden pero sin cadenas, con progreso pero sin demagogia, con libertad pero sin desorden, no eran solo números en una boleta, eran familias, trabajadores, estudiantes, empresarios, abuelos, todos diciendo “basta” y buscando una alternativa que los representara, la derecha tuvo en sus manos una oportunidad histórica, un mandato que no se ve todos los días, un lienzo en blanco para pintar un futuro que valiera la pena ¿y qué hicieron con eso?, nada que pueda mirarse sin sentir vergüenza, diez meses desperdiciados, diez meses de silencio ensordecedor, de pleitos absurdos, de cálculos mezquinos que han dejado a esos millones huérfanos de liderazgo.

Miro a los partidos que se supone deberían ser la columna vertebral de la derecha y me dan ganas de tirar la toalla, el PAN, que en otros tiempos fue un símbolo de resistencia, que supo plantarse frente al PRI autoritario y ganar, hoy es una caricatura de sí mismo, sus liderazgos son un desfile de tibieza, de figuras que prefieren la foto en redes a la lucha en las calles, se han enredado en disputas internas, en gobernadores que miran más sus intereses locales que el destino del país, en una burocracia que ahoga cualquier chispa de renovación, pero lo peor es la traición a sus propios principios, ellos, que levantaban la bandera de la vida como un valor sagrado, ahora callan ante el desprecio por ella, ellos, que promovían la familia tradicional como el corazón de la sociedad, hoy miran para otro lado mientras se desdibuja, ellos, que juraban defender la libertad, se rinden a un grupo minúsculo que controla todo el partido como si fuera su feudo, ¿dónde quedó el PAN que inspiraba, el que hablaba de democracia con la frente en alto?, hoy es un partido que balbucea, que negocia en lo oscurito y que en el fondo, parece más cómodo siendo un eco del poder que un contrapeso de verdad.

Luego está el PRI y aquí el estómago se me revuelve, ni siquiera merece ser llamado derecha, porque hace mucho que dejó de ser cualquier cosa con principios, es un cascarón oportunista, una máquina de sobrevivencia que se alía con quien sea con tal de no desaparecer, en 2024, mientras millones pedían una oposición firme, el PRI estaba demasiado ocupado vendiendo su alma al gobierno, firmando pactos bajo la mesa, jugando a la comparsa mientras fingía ser alternativa, es un insulto a la memoria de quienes alguna vez creyeron en él, un recordatorio de que el poder corrompe hasta lo irreconocible y el PRD, si alguien todavía lo menciona, es un montón de causas que ya nadie entiende, irrelevante para el México de hoy.

Estos partidos, que deberían ser el esqueleto de una derecha con raíces y fuerza, se han convertido en marionetas del poder, en comparsas que bailan al ritmo de quien les tira un hueso, han traicionado a los millones que esperaban de ellos una voz clara, una postura firme, un proyecto que los representara, diez meses desde las elecciones y no hay un solo gesto que demuestre que entienden la magnitud del momento, se han perdido en sus propios juegos, en sus rencillas de cantina, en una danza patética de favores y prebendas que no lleva a ningún lado, mientras el gobierno avanza con su maquinaria, consolidando su control, estos dinosaurios se hunden en su pantano, dejando a la ciudadanía con un sabor amargo de abandono.

Y luego están los nuevos partidos, los que están surgiendo en 2024 como brotes en un campo seco, no los miro con desprecio, porque quizás uno o muy pocos, logren consolidarse con el tiempo como algo serio, como una esperanza tangible, pero hoy, la verdad es que la ciudadanía no sabe casi nada de ellos, lo poco que llega son destellos en redes sociales, publicaciones que se pierden en el ruido, nombres que suenan más a idealismo que a realidad, no es que no tengan potencial, es que no han sabido conectar, no han bajado al terreno donde vive la gente, no han traducido sus ideas en algo que se sienta cercano, para el mexicano de a pie, el que votó en 2024 buscando un cambio, estos partidos son un signo de interrogación, una promesa que no termina de cuajar y mientras no salgan del mundo virtual al mundo real, seguirán siendo un eco lejano, incapaz de llenar el vacío que dejaron los gigantes caídos.

Pero lo que me quema por dentro, lo que me hace hervir la sangre, es que la derecha tiene frente a sí un tesoro que no ve, ese 70% de mexicanos que no está alineado con las fuerzas del poder, que no se doblega ante las migajas ni vota por caridad, es un México vivo, pensante, diverso, campesinos que trabajan la tierra con las manos curtidas, obreros que sostienen fábricas con su sudor, madres que sacan adelante familias enteras, jóvenes que sueñan con un país donde quepan sus ideas, pequeños empresarios que se parten el lomo sin esperar favores del gobierno, ese 70% no está vendido, no está comprado, no está atado a los programas sociales ni a las promesas de un líder carismático, son millones que piensan, que deciden, que buscan una opción que hable su idioma, que les ofrezca un futuro digno sin pedirles que se arrodillen y la derecha, ciega y torpe, no ha sabido ir a buscarlos.

Porque eso es lo que falta, una derecha que salga de sus oficinas, de sus círculos cerrados, de sus cúpulas doradas y baje a la calle, al mercado, al campo, a las colonias, a tocar puertas y escuchar, una derecha que no espere que ese 70% llegue a ella por arte de magia, sino que vaya por ellos con humildad y decisión, con un proyecto que les hable de frente, sin intermediarios ni dádivas, diez meses han pasado desde 2024 y no hay un movimiento que se haya atrevido a dar ese paso, a tender esa mano, a construir un puente hacia esos millones que están ahí, esperando, pero no lo harán eternamente.

Los ingredientes están a la vista de todos, hay empresarios que podrían sentarse a hablar de economía con sentido común, explicando cómo generar empleos sin vender humo, cómo competir en un mundo global sin perder el alma, hay conservadores que podrían defender valores —la familia, la tradición, la fe— sin caer en el fanatismo ni en la caricatura, hablando un lenguaje que resuene en el corazón de ese 70%, hay pragmáticos que podrían ofrecer soluciones concretas, planes que se puedan tocar, no solo discursos que se evaporan, hay un ejército de ciudadanos listos para respaldar una derecha que hable con verdad, que actúe con altura, que tenga la generosidad de dejar los egos en la puerta y construir un frente común que represente a ese México que ya no aguanta más.

Entonces, ¿qué pasa?, ¿por qué, después de diez meses, no hay una bandera, una voz que unifique a ese 70% que no depende de migajas?, ¿por qué la derecha sigue siendo un archipiélago de intereses, un puñado de chispas que no prenden, en vez de un continente de ideas?, no es falta de talento ni de ganas en la gente, es falta de visión en quienes deberían liderar, es el PAN y el PRI aferrados a sus ruinas, los nuevos partidos atrapados en su burbuja digital y todos juntos incapaces de sentarse a la mesa y decir, “esto no es sobre mí, es sobre ese 70%, es sobre México”, diez meses desde 2024 y no hay un plan, no hay una estrategia, no hay un grito que despierte a este país dormido.

La ciudadanía merece más, muchísimo más, merece una derecha que no sea un club de privilegiados ni un desfile de comparsas, sino un movimiento vivo, arraigado, que salga a buscar a ese 70% que no está alineado con el poder, que no vive de caridad, que piensa y exige, merece una derecha con la valentía de romper con el papel de comparsa, con la visión de mirar a las próximas generaciones y no a las próximas encuestas, con la generosidad de entender que México no es un trofeo para unos cuantos, sino un país que pide a gritos ser rescatado de sus propios demonios, porque la historia nos enseña que los grandes cambios no vienen de los aplausos comprados, ni de los genios solitarios, ni de los partidos que se conforman con las sobras, vienen de quienes saben alinear sus fuerzas, tender puentes, caminar juntos hacia un horizonte compartido.

Y mientras la derecha no despierte de este letargo, seguirá siendo un puñado de chispas que se apagan en el aire, un eco que no llega a ese 70% que espera, que sueña, que merece, seguiremos contando los meses —diez, once, doce— mientras el tiempo se nos escapa y el México que soñamos se queda atrapado en un vacío que no merecemos, no es solo una crítica, es un lamento, una súplica, una exigencia, porque este país no puede esperar eternamente y yo, como ese 70%, estoy cansado de ver cómo la derecha se pierde en su propio laberinto, dejando atrás la oportunidad de ser algo más que un recuerdo borroso.